En 1987, cuando llegó a los cines Los bañeros más locos del mundo, nadie hubiera imaginado que tres décadas más tarde seguirían estrenándose retoños de aquel éxito. Pero no por falta de visión: hoy también resulta difícil de concebir que esta franquicia siga viva.
Por lo menos, que siga viva de este modo: sin argumento, con un humor que ya en los ’80 era antiguo, y actuaciones que no pueden ser calificadas como tales. La explicación de la supervivencia es simple: en 2014, casi un millón de personas vio Bañeros 4: Los rompeolas. Pocos ejemplos tan claros de que a menudo no existe relación entre calidad y éxito, y mucho menos en el pobre panorama de exhibición cinematográfica actual.
Rodolfo Ledo -responsable de las últimas tres películas de la saga, después de que Carlos Galettini firmara las dos primeras- filmó aquí una seguidilla de sketches que abreva en el lenguaje televisivo más perimido. Podría interpretarse que eso responde a que los protagonistas son figuras surgidas de la televisión, como Pachu Peña, Pablo Granados, Nazareno Mottola y Pichu Straneo. Pero para dar una idea de lo que es Bañeros 5, hay que decir que lo que este cuarteto hace en Peligro: Sin codificar suele ser muy superior a su desempeño en malla y crocs.
Pero sí: como en las comedias de la temporada teatral de verano, aquí el anclaje mediático es fundamental. De ahí surgen las -de otra manera injustificables- presencias de los hermanos Caniggia y de Mica Viciconte. Y del celebérrimo culo deSol Pérez, que se destaca entre unos cuantos pares de nalgas anónimas.
El aporte retro quedó a cargo de Gino Renni, como único representante de los bañeros originales (la película está dedicada a Emilio Disi, fallecido en marzo), y de Luisa Albinoni, a quien hubiera sido mejor recordar sólo como la chica de “hola, mami”. El combo decadente lo completan unos cameos de El Mago Sin Dientes, Paolo El Rockero, Matías Alé y Migue Granados. Y también tiene cierto protagonismo un dron que, animación mediante, gesticula (¿?).
El resultado es berreta a más no poder, a tal punto que Bañeros 5 ni siquiera califica para el consumo irónico. De todos modos, quizá haya que guardar un rinconcito de esperanza de redención: no hay que olvidar que en estas playas alguna vez también se enchastró Guillermo Francella.