Vacaciones de invierno. Hordas de niños plagando las salas. Padres que esperan que por al menos dos horas el cine les devuelva un poco de sosiego ante la falta de actividades escolares y extracurriculares.
Películas de animación, de super héroes, de romance, de comedia, y la infaltable saga popular nacional serán parte de lo que promete ser un invierno con una masiva afluencia a las salas, porque más allá de todo, el cine, sigue siendo un entretenimiento barato en comparación a otras actividades y que funciona como el momento ideal de esparcimiento para la familia.
Dentro de las anteriormente mencionadas propuestas, “Bañeros 5” viene a ocupar la cuota local con su fórmula probada de humor, incorreción, y estrellas televisivas que aportarán la principal atracción para convocar al público. No se puede pedir más que eso, porque sin dudas estamos ante un hecho que nada tiene que ver con lo cinematográfico, más allá de soporte que utilice y el lugar en donde se pueda ver su propuesta.
Pensada como una entrega más de la saga, pero sin solucionar aún temas de narración, dirección y hasta actuación, “Bañeros 5” apuesta por lo seguro y evita profundizar demasiado en las mismas líneas argumentales que propone.
Como un eterno sketch de televisión, en la película, y por acumulación, se va conformando el relato sin siquiera tener alguna conexión con la escena anterior. Por ejemplo, si la sobrina de Gino Renni (veterano de la saga), Sol Pérez, se incorpora como una de las nuevas figuras a la película, se la intentará dotar de alguna función dentro de la historia, pero tampoco se buscará demasiado que la cumpla.
Hay guiños con el espectador, como ese gag, que funciona, y muy bien, entre Pablo y Migue Granados, aludiendo al mal momento que pasa el segundo por la exposición de su padre, que si bien sabemos que es un chiste dentro del relato, también puede organizar un subtexto relacionado a las figuras que trabajan en la película.
Excepto Joaquín Berthold (el malo de turno), Matías Alé, Luisa Albinoni, Álvaro Navia y Renni, el resto de los personajes hacen de sí mismos, es decir, que Mica Viciconte, se esfuerza, pero es “la chica del momento”, la que los medios se disputan, y, en este caso, los dos bandos enfrentados del relato.
Pichu ofrece su galería de transformaciones a la que nos tiene acostumbrados en “Sin Codificar”, Pachu Peña, una vez más recurre a su entrañable “alemán”, Granados guía al equipo, y Nazareno Mottola se cae una y mil veces, como en los programas de televisión en los que participa.
La dupla de los hermanos Caniggia, hacen nuevamente de las suyas, y no hay mucho más por mencionar del resto de las participaciones que hacen lo que pueden con el endeble guion, puesta en escena y relato.
Para “modernizar” la propuesta, además de las “chicas del momento”, se agrega un personaje “animado”, un drone, que tal vez ofrezca, no por su animación, las imágenes de una ciudad que siempre brilla, que siempre nos recibe, y que merecía, nuevamente, un mejor producto y trato.