A un pueblo de Alemania en una época no muy bien determinada (pero que iremos reconociendo) llega Bárbara. Ella es doctora. Desde los primeros segundos percibimos que es una mujer enigmática y hosca. Oculta una historia oscura pero no es la única; André, un médico que será su compañero laboral, mucho más simpático que ella, parece acompañarla en cuanto a historias del pasado.
El alemán Christian Petzold (conocido por la trilogía El estado en el que estoy, Fantasmas y Yella) dirigió y escribió Bárbara y para ello se baso en su propio recorrido familiar.
Bárbara es una historia como muchas pero al mismo tiempo única ya que gracias al arte de narrar, que pocos saben hoy en día manejar, sorprende y emociona. Su encanto radica definitivamente en la sutileza que destila en cada fotograma, la cual se agradece en tiempos de lo que algunos han llamado “pornografía narrativa”, es decir aquella que no deja nada librado a la imaginación sino que recalca de modo grotesco cada alusión y metáfora.
Bárbara, que fuma sin cesar y que no es de lágrima fácil, se enternece y compromete con Stella, una paciente con serios problemas a la que le leerá Las Aventuras de Hucleberry Finn y André con el caso de Mario; y así, entre pequeñas charlas de pasillo, noches sin dormir y recorridos en bicicleta ambos irán descubriéndose; situación que hará que Bárbara pueda pensar que quizás hay alguien en quien confiar.
Uno de los momentos más fascinantes de la película es sin duda aquel en el que André le consulta a Bárbara acerca de qué piensa del cuadro La lección de anatomía del Doctor Nicolaes Tulp de Rembrandt que se halla colgado en la pared del consultorio ya que se revela la postura que el director ha tomado respecto de lo que cuenta.
Nina Hoss, actriz fetiche de Petzold (actuó en cinco de sus películas), interpreta increíblemente a Bárbara convirtiéndose así en la gran responsable de los aciertos de la cinta ya que se carga la historia sobre sus espaldas llenándola de profundidad.
Bárbara, a pesar del fondo lúgubre que la recorre, invierte lo acostumbrado en este tipo de films colmando de color y belleza las imágenes. El bosque, se convierte en el lugar perfecto para intercambios secretos; el mar, en un puerto de esperanza; los caminos en sitios aptos para la buena compañía (aunque no siempre). La excepción: el hogar de la protagonista, que se transforma en una prisión.
Bárbara, a través de sus dolientes y solitarios personajes, invita a redescubrir la Historia alemana reciente para seguir curando heridas y no olvidar.