Antes de la caída del muro
Una pena que no se estrenen títulos del reciente cine alemán, especialmente, de la llamada escuela berlinesa que tiene a Christian Petzold como uno de sus máximos referentes. Por eso, Bárbara es una oportunidad que no debería desaprovecharse en el marco de la cartelera porteña.
La historia transcurre en los inicios de los '80, en un pueblo bucólico y tranquilo de la Alemania Oriental, y tiene como centro a una mujer, obligada a trabajar en un hospital frente a la sospecha y paranoia del resto. En efecto, la trama profundiza en ejes temáticos como la vigilancia y el control hacia Bárbara, que será ayudada, o tal vez custodiada, por el jefe de médicos. Es que el film invita a la ambigüedad antes que a la certeza, a la sutileza pautada a través de los silencios en lugar de las afirmaciones sin vueltas y al esquema básico de personajes buenos y malos. Como si se ubicara en la vereda de enfrente de La vida de los otros, aquel título rutilante que obtuviera el Oscar con su historia de trazo grueso y sin matices.
El objetivo de Bárbara será huir de la asfixia de ese mundo que parece caerse a pedazos, en tanto, otras subtramas se suman al relato central (la relación con los enfermos, el control permanente de agentes del gobierno, los encuentros clandestinos con su pareja). En esa acumulación de historias paralelas, la película deja crecer una, a través de silencios y dudosas intenciones: la sugestiva relación que se establece entre la protagonista y su jefe en el hospital. En ese juego de sospechas que Petzold describe desde el extrañamiento y la incertidumbre, aumentado por el impresionante protagónico de Nina Hoss (actriz fetiche del director), Bárbara se convierte en uno de los mejores estrenos del año. Ojalá que no pase desapercibido.