División de sutilezas
En la República Democrática Alemana de 1978 la joven médica Barbara Wolff (Nina Hoss), luego de cumplir una condena carcelaria (jamás se aclara por qué) es enviada desde Berlín a un hospital de un pequeño pueblo. Allí su jefe es André (Ronald Zehrfeld), un cirujano quien también fue deportado por un error profesional del que fue responsable indirecto.
La unión, en base a la desgracia, emparenta a estas almas gemelas del nuevo cine alemán donde el director Christian Petzold ensambla una relación profesional basada en silencios, miradas y altas dosis de sutilezas, escapando de los filmes clásicos que retratan la Alemania dividida.
Barbara, que por momentos es algo lenta y recurre al factor repetición (viajes en bicicleta, charlas en el nosocomio, trato con los pacientes), jamás pierde intensidad. Su sólido relato se escuda en la paranoia y el rostro pétreo de Wolff, el apesadumbramiento de su colega y un ambiente, entre melancólico y sórdido, con una lograda paleta de colores.
Pero entre ellos asoma Jörg, el amante de Barbara, quien vive en el Oeste y le propone a su chica emigrar hacia Dinamarca. Escapar por mar de noche. Allí se abrirá una disyuntiva para la muchacha: ¿se va con su amado o intima con André? Para esto será determinante la aparición de dos personajes secundarios muy bien trabajados por Petzold, por un lado Stella, una chica prisionera que está enferma, es rebelde y desconoce que está embarazada. Ella se apega a Wolff. Por el otro, Mario (aferrado a André), un paciente suicida que sufrió una contusión y no registra sentimiento alguno.
Más que colegas, Barbara y André parecen hermanos, se pelean pero en el fondo se cuidan. Y aman en silencio. Pulcra, por momentos perturbada, en otros algo paranoica y meticulosa hasta para esconder dinero (y esquivar así las rigurosas y abusivas inspecciones de la policía secreta germana), Hoss mantiene un gesto tenso, serio, con un cansancio que reprime sus impulsos. Sus largas sesiones frente al piano y multiplicidad de planos con lo que se registra a ella, le brindan mucha riqueza a este jugoso personaje femenino.
Petzold -quien dirigió a Nina en Wolfsburg (2003), Yella (2007) y Triángulo (2008)- no ahonda en un guión con datos sino en la incertidumbre de los personajes, donde las dudas construirán la historia. Para destacar las escasas imágenes nocturnas del filme, como la que se ve en la playa frente a un mar embravecido. Metáfora del carácter de una película movilizante, conmovedora. Bárbara.