Suspenso latente y detalles sutiles
Un pueblo de Alemania Oriental cercano al Mar Báltico, 1980. Tras las cortinas, la gente observa el arribo de una médica transferida desde la capital. No parece una persona muy sociable que digamos. Ni socialista. De a poco iremos sabiendo que llega castigada. Tiene quien la vigile. Y no tiene en quién confiar. Cualquier lugareño podría ser un alcahuete capaz de malinterpretar algún comentario suyo por banal que fuera. También de a poco iremos sabiendo de su amor clandestino, su capacidad como pediatra, la afectuosa dedicación a los enfermos, el plan de fuga.
Entretanto, y sin bajar la guardia, empieza a mostrarse de otra forma. Y empezamos a ver otros ángulos de quienes la rodean, sobre todo su jefe médico, el vigilante, y una chica enferma procedente de un campo de castigo para menores. Un nocturno de Chopin (que pensó reunir sus nocturnos bajo el título "En el cementerio"), la lectura de "Huck Finn", una charla entre médicos a propósito del cuadro de Rembrandt "La lección de anatomía", las cambiantes miradas, son datos a tener en cuenta.
Drama de suspenso latente y detalles sutiles, donde algunas personas resultan más complejas de lo que se piensa a simple vista, y la cámara nos descubre un paisaje amable aunque inicialmente hostil, "Barbara" avanza paulatina, minuciosamente inexorable hacia una resolución que podrá ser terrible o no, ya lo veremos. La cuidadosa elaboración de climas y personajes, la mano del director Christian Petzold, las excelentes actuaciones, empezando por Nina Hoss y Ronald Zehrfeld, respaldan la riqueza de la historia. Irónicamente, el germen de la misma es la novela corta "Barbara", de Hermann Broch, 1928, donde la médica llega al pueblo castigada por ser comunista.
Observación final: "Barbara" no se contrapone a "La vida de los otros", más bien la complementa. "La vida..." describe al régimen comunista desde el centro mismo del control, ésta lo pinta desde uno de sus bordes apacibles.