Memories rising from the past
The future shadows overcast
Something’s clutching at my head
Through the darkness I’ll be led
DETRÁS DE LAS PAREDES
Tuve la fortuna de ver Barbarian en el cine sin haber visto u oído casi nada de ella; apenas un poster sugerente y algunas muy buenas críticas provenientes de terreno angloparlante. No es que sus virtudes dependan exclusivamente de la ausencia de expectativas pero, cuanto menos puedan saber a la hora de sentarse en una sala oscura para disfrutar esta montaña rusa de película, más podrán sorprenderse con ella, asustarse (mucho) e intentar correr a la par de su ingenio, del genuino espíritu de diversión que la recorre en toda su extensión.
El punto de partida es el mismo que muchas películas de terror han adoptado en los últimos años: convertir en claustro -ese espacio que alberga presencias siniestras, secretos oscuros y terribles revelaciones- el espacio de un Airbnb. La vivienda alquilada por internet -con la distancia, ajenidad e incertidumbre que eso genera a pesar de que habitamos un mundo cada vez más virtual- se ha convertido en otro disfraz para la tradicional casa embrujada. Viviendas impersonales, casi no lugares, donde bajo una apariencia de confort acechan presencias con caracteres bien definidos, diseñadas para impregnarse en nuestras pesadillas y recordarnos que, bajo la apariencia de un mundo que se nos presenta cada vez más seguro, late un horror que suele tener que ver con el pasado.
Una noche de lluvia, Tess (Georgina Campbell) estaciona su camioneta delante de la casa que alquiló por internet. La lluvia obtura la visión e impide vislumbrar los alrededores, pero pronto descubriremos que al casa parece ser el único espacio habitable de un barrio devastado de Detroit, ciudad que el cine norteamericano ha convertido en metáfora de la decadencia, de un modelo de producción pero también de familia. Metáfora que Barbarian explora a fondo y opera como hilo conector entre todos sus elementos, incluso con aquellos que parecen una ocurrencia disparatada, aquellos que parecerían una arbitrariedad de una trama que nunca cesa de desplegarse y en la que nada -frase hecha que parece perder sentido hasta que nos topamos con manejo del relato semejante- es lo que parece.
Incapaz de entrar a la vivienda, Tess descubre algo alarmante y extrañísimo: dentro del Airbnb está instalado un joven, Keith (Bill Skarsgård), quien parece haber alquilado la casa de una manera tan idónea como ella. Un poco incómodos y sorprendidos por la confusión y sin poder contactar con la inmobiliaria, Tess y Keith establecen una improbable convivencia en la cual conviven la desconfianza de ella con cierta atracción mutua. Luego de una exitosa entrevista de trabajo en la cual recibe la advertencia de abandonar el barrio en el que se hospeda, Tess regresa a la casa y descubre un pasadizo secreto, lugar común del género que inevitablemente resulta en ominoso descubrimiento.
Pero estamos viendo Barbarian, que utiliza los elementos más clásicos del género para ponerlos de cabeza, maximizarlos y sorprendernos. A partir del terrorífico descubrimiento la película nos propone una serie de giros tanto en el orden de la trama como en el de la estructura del relato, que la convierten en una auténtica celebración del género. La precisión de la puesta en escena -con un control impresionante sobre los elementos del cuadro y su interacción dentro de los límites del mismo- nos agarra de los pelos y nos arrastra por los túneles de aquella vivienda de alquiler donde parece caber todo, incluso -o especialmente- una visión aterradora sobre el infierno que puede esconder un barrio tradicional de clase media. La crueldad sin causa ni motivo impregna los espacios donde habita y los degrada, advierte Barbarian. Es la ignorancia y la subestimación de esta maldad residual -aquella que está enterrada, fuera del campo de visión de una cultura que sistemáticamente omite todo lo que no se puede ver- la que permite que el horror resurja en cualquier momento.