Tras notables documentales como Parador Retiro (2008) y Los pibes (2015), Colás debuta en la ficción con resultado igualmente estimulantes en esta película que tuvo su estreno en la Competencia Argentina del reciente Festival de Mar del Plata.
Gustavo (Nahuel Viale) es un “piletero”, un abnegado trabajador que se dedica al mantenimiento de piscinas en countries o casas de clase media. En medio de un verano agobiante debe lidiar con todo tipo de clientes: los (demasiado) amistosos, los patéticos, los irritantes, los que lo desprecian. Con su asistente boliviano van de lugar en lugar cargando pesados bidones llenos de cloro, pero el negocio no da más que para subsistir. Hasta que un día, un “pesado” al que todos llaman Pejerrey (Sergio Boris) lo tienta -y luego ya directamente lo aprieta- para que se transforme en informante/entregador para que la banda que él lidera pueda cometer diversos robos. Al fin de cuentas, nadie mejor que un “piletero” para conocer la dinámica interna de cada hogar, la existencia o no de personal doméstico, de cámara de seguridad, etc.
Cómo un tipo común y sencillo se va convirtiendo en un soplón al servicio de unos delincuentes es la principal búsqueda de Colás (que se ocupó también de la transposición de la celebrada novela de Félix Bruzzone), quien a su proverbial mirada documentalista le suma aquí un atinado manejo narrativo y actoral (por el film desfilan María Soldi, Claudio Da Passano, Osqui Guzmán y un policía no menos pesado que interpreta Adrián Fondari).
La ley del conurbano (esa en la que el pez mediano se come al pequeño y luego el grande al mediano) está reflejada sin subrayados en una película que maneja bien los distintos niveles: el íntimo, el familiar (la relación con su perro es bastante más armónica que la que mantiene con su esposa Gabriela, que está embarazada y con la que no se tratan demasiado bien; y ni qué hablar con su invasivo y manipulador suegro), y el más ligado al cine de género con un suspenso, una intensidad y una tensión construidas con sólidos recursos.
Película pequeña y sustanciosa, Barrefondo es una incursión en ese universo de las pequeñas humillaciones cotidianas, de los resentimientos acumulados y de las tentaciones desmedidas. Una combinación que, se sabe, suele explotar de la peor manera.