La película está basada en la vida real de Barry Seal, el ex piloto que se convirtió en un importante narcotraficante en el cartel de Medellín y que fue reclutado por la CIA y el departamento de inteligencia de la DEA.
Con un tono más de comedia que de acción, Tom Cruise regresa al cine con este producto alejado de la parafernalia visual de Hollywood para adentrarse con una estética de VHS y colores brillantes en las década de los setenta y ochenta.
Cruise es Barry Seal, el piloto de la línea TWA que, cansado de la rutina de su trabajo, acepta una misión a cambio de dinero para fotografiar pueblos insurgentes en Centroamérica, bajo la supervisión de la CIA, y que termina trabajando para Pablo Escobar a bordo de una avioneta que deja paquetes con cocaína en lugares estratégicos.
El realizador tergiversa el "sueño americano" en este relato donde la ambición del antihéroe lo lleva a rincones insospechados y a rodearse con gente sin escrúpulos con tal de mantener a su familia a flote.
A la manera de un registro en video de 1985, Seal relata a cámara su historia de excesos y ambiciones desmedidas, entre el resquebrajamiento familiar, las persecuciones y su carrera de excesos.
Con un ritmo que no decae en casi dos horas, Tom Cuise sabe ganarse al público con su carisma desde el comienzo y un tono divertido impreso en este drama real que entretiene y resulta contundente en su combinación de material de archivo de la época, gags y retrato del piloto que quería más y más. La dupla de Al filo del mañana -Cruise-Liman unirán talentos en futuras producciones- funciona muy bien en este film anacrónico que retrata con buen pulso narrativo la historia de un gran perdedor.