El astro Tom Cruise y el director Doug Liman toman la historia real del piloto que, en los ochenta, trabajó para, anoten: la CIA, el cártel de Medellín, la contra nicaragüense, el corrupto panameño coronel Noriega y, en definitiva, el Gobierno estadounidense. Una epopeya marcada por el amor al dinero que sirve para armar, con una estupenda fotografía vintage -gentileza del talentoso uruguayo César Charlone- y un gran archivo, un thriller chispeante. Además, construye un implacable retrato del papel de los Estados Unidos -con republicanos y demócratas de por medio- en el mundo narco, la guerra sucia y la manipulación política en América Latina. Por fin una de corruptos que actúan en nombre del Tío Sam.
El incombustible Cruise le da a Barry Seal todo lo que el personaje pide (y que él puede proveer tan bien) para alegría del cine: controvertido y todo, es un héroe de acción y piloto fantástico. Además, un amoroso marido y padre de familia, que huye hacia adelante, y hacia arriba, en una carrera imparable. En el combo de Cruise y Liman no falta el humor, con picos en un par de escenas donde lo absurdo da vuelta todo. Son dos horas frenéticas, vibrantes y divertidísimas.