Puede que el director de la nueva película de Tom Cruise, Doug Liman, haya encontrado la fórmula para cautivar tanto al público que gusta del actor como aquellos que no. A riesgo de que lo tilden de canchero, sobreactuado o de tomarse muy en serio su papel, en esta oportunidad, siguiendo la línea de su anterior colaboración en Al filo del mañana, el director retrata a un personaje bastante jocoso e intenso con una necesaria cuota de estupidez (¿o a caso inocencia?).
La historia de Barry Seal sigue los pasos de un aviador devenido en colaborador de la CIA y narcotraficante. Se trata esencialmente de una película de acción biográfica (así lo describe IMDB), pero su mayor fortaleza está en acertar en un tono humorístico sin el ánimo de convertirse en una comedia exagerada, intentando conservar la mayor fidelidad posible a los hechos reales. Porque por más falaz que parezca lo que estamos viendo, más allá de las licencias humorísticas, todo eso sucedió. Y ahí va el inevitable cliché: la realidad supera una vez más a la ficción.
Apoyada en una estética ochentosa con el espíritu del VHS, Barry Seal: Sólo en américa nos transporta a otra época en donde los gobernantes de Estados Unidos, a pura hipocresía y naturalidad, convivían con escándalos como el de Irán-Contra. El film retrata las miserias del poder y el capitalismo. Tanto es así que la ambición del protagonista no es otra que el dinero. Pese a traficar con cocaína, en ningún tramo de la película se lo verá consumiendo ninguna substancia. Y es que no se trata de eso. Y posiblemente Tom Cruise tampoco permitiría mostrarse de ese modo. Pero cualquiera sea el caso la propuesta es sin dudas de lo más atractivo que se puede encontrar en cartelera.