La escritora fantasma
El momento más sorpresivo de Basada en hechos reales (D’apres une histoire vraie, 2017) es al principio de todo, cuando alguien le niega algo a Eva Green. Es la escritora Delphine Dayrieux (Emmanuelle Seigner), que se cansa de dedicar ejemplares de su nueva novela y deja a su profesa fan número uno sin una copia firmada. Esa misma noche se la cruza en una fiesta. No hay remordimientos, charlan. Se la vuelve a encontrar al día siguiente. Luego resulta que vive enfrente. Acto seguido se muda a su departamento. En tiempo récord se ha insinuado en su vida y empieza a tomar control de ella.
La película está dirigida por Roman Polanski, quien escribió el guión junto a Olivier Assayas sobre la novela de Delphine de Vigan. Es fácil imaginar qué motivó a Polanski y sus ganas de adaptar la historia pero a la par de su tremenda filmografía es de lo más insulso y predecible que ha producido, una pálida sombra de sus obras más impactantes y perturbadoras. Si no fuera por su magistral dirección y la presencia de dos actrices del calibre de Emmanuelle Seigner y Eva Green podría ser tomada por el debut de un diletante.
El giro se anticipa desde el primer acto: Delphine, culpable por haber explotado la muerte de su madre para fraguar su reciente bestseller y acosada por cartas anónimas, se encuentra bloqueada y estancada ante su próximo libro. ¿En qué basar ficciones sino en la vida real? Conoce súbitamente a otra escritora (Green); una escritora fantasma. Como el protagonista de El escritor oculto (The Ghost Writer, 2010), tampoco tiene nombre: se llama Elle (“ella”) a secas. “Ella”, sospechosamente ausente de cualquier encuadre que involucre a un tercer personaje - a menudo saliéndose segundos antes de que entre otra persona, y reentrando ni bien se va - comienza a controlar su vida, su carrera y eventualmente su escritura.
La película no funciona muy bien como thriller porque es del todo predecible y la oposición entre los dos personajes es prácticamente nula, al menos hasta que Delphine comienza a recopilar en secreto la vida de Elle, aunque adivinando el “giro” no hay tensión. Como metáfora del proceso creativo resulta demasiado obvia y trillada y sufre la misma suerte que Madre (Mother!, 2017) de Darren Aronofsky al funcionar únicamente en un nivel alegórico asfixiante. La base psicológica sobre la cual la trama ha sido fundada - la racionalización, el desplazamiento, la proyección - es interesante de por sí pero no se visualiza de forma atractiva en la cinta, que consiste mayormente de las dos actrices llenando el vacío con charlas repetitivas entorno a una única situación.
Más allá de la excelente presencia y actuación de las actrices y el ocasional atisbo de genialidad de Polanski el resultado es un thriller psicológico mediocre, apenas competente, que raya lo amateur y apenas sugiere los abismos que el director es capaz de explorar. Da la impresión que Polanski se reconoció a sí mismo en la historia pero eligió la historia no porque fuera buena sino porque era fácil.