Trampa mortal
Podría decirse, a simple vista, claro, que estamos frente a una obra menor del gran realizador que debutará dirigiendo un largometraje con “El cuchillo bajo el agua” (1962), para seguir con “Repulsión” (1965), pasando por “El bebe de Rosemay” (1968), hasta llegar a lo que se considera su obra maestra “El pianista” (2002), aunque para quien suscribe “La danza de los vampiros” (1967) esta fuera de toda categorización.
Podría hasta mencionarse que en este filme abandona lo que equívocamente denominaron muchos especialistas, el supuesto teatro filmado de sus ultimas dos producciones. “Un Dios salvaje” (2011) y “La piel de Venus” (2013), olvidándose que el montaje es lo inherente al cine y para hacer uso de ese elemento del lenguaje se cuenta con las posiciones y los movimientos de la cámara, el plano elegido y que se verá dentro del mismo.
Esto no es una simple enumeración de posibilidades lingüísticas, el joven director octogenario, (esta por cumplir 85 años en agosto) no le teme a los riesgos haciendo jugar, como espejismos sobre reflejos de los personajes, producir un salto de eje. Dicho de otra manera, el espectador se muestra extrañado, por una fracción de tiempo mínima, en que el director nos muestra una imagen en el espejo que es reflejo de lo que se ve en una ventana, y ahí produce un salto del eje, lo que podría leerse que a partir de ahora tu decides que estas viendo, si el anverso de la historia o su reverso. Casi de manera imperceptible uno sigue siendo dirigido en la mirada.
Basado libremente en la novela homónima de Delphine de Vigan, con un guión co-escrito junto a Oliver Assayas, el realizador nos cuenta la historia de Delphine (Emmanuelle Seigner), una sensible y atormentada novelista de éxito, paralizada ante la idea de tener que comenzar a escribir una nueva novela.
El filme abre con nuestro personaje firmando ejemplares de su novela (no me parece casual que su nombre de pila sea el mismo de la novelista). Su camino se cruza entonces con el de Elle (Eva Green), una joven encantadora, inteligente e intuitiva. Elle comprende a Delphine mejor que nadie, y pronto se convierte en su confidente. Ella confía en Elle y le abre las puertas de su vida, pero surgen interrogantes, dudas que establecen el tono de thriller al que es tan apegado el director.
¿Quién es Elle en realidad? Se presenta como una escritora fantasma de celebridades, pero ¿qué proyecta realmente? ¿Ayudarla a salir del bloqueo creativo? ¿Volver a equilibrar la vida de Delphine o despojarla de sentido?
Casi ausentes sus hijos, su pareja que no la toma demasiado en serio como tal, sólo le queda Elle como apoyo casi inesperado, ¿Deseado? O a la inversa ¿es la novelista consagrada quien utiliza a Elle con fines casi inconfesables?, como musa inspiradora. En cualquiera de ambas vertientes, uno, como espectador, queda atravesado, traspasado en una especie de trampa narrativa, casi mortal.
Roman Polanski también se hace fuerte, demuestra su saber en la presentación, construcción y desarrollo de los personajes, tanto como en la dinámica que se establece entre ellos.
Todo esto sostenido por un guión inteligente, sobre todo desde los diálogos, el diseño de montaje, y por otra magnifica actuación de Emmanuele Seigner, lejos de la avasalladora sexi, mucho más en el orden de la sensualidad, y Eva Green, quien transita por su personaje al filo de la navaja, en una línea divisoria muy fina entre el desamparo y la manipulación del otro.
Podría decirse que es una obra menor del gran director, con mucho de deuda a “El escritor oculto” (2010), pero realmente es una de esas realizaciones más allá del thriller psicológico, género al que adscribe, que se termina por disfrutar, o se intenta hacerlo cuando se emprende a pensar después de la experiencia audiovisual. El tema subyacente del creador, su criatura, y la moral puesta en juego.
No es poca cosa.
(*) Realizada por Sidney Lumet, en 1982.