En la primera escena del film, Delphine está terminando de firmar ejemplares de su primera novela, un rotundo éxito de ventas. Mientras se prepara para irse aparece Elle. Justine es la primera novela de una saga más amplia, El Cuarteto de Alejandría. La trama de la novela consiste en la descripción que el protagonista y narrador de la historia hace de su vida en Alejandría: la ciudad, sus amigos y, por sobre todo, su amante Justine.
La novela, sin embargo, no se centra en la veracidad de las afirmaciones presentadas por el narrador sino que pone el acento en lo erróneo y deficiente de su punto de vista. Cada novela, en cada pliegue del relato, establece nuevos aspectos de los mismos personajes, nuevas situaciones pasadas por alto y, ante todo, una siempre cambiante Justine.
Mientras Delphine se encuentra firmando aquellos ejemplares, una anónima admiradora le pide que dedique el libro a una tercera persona. El libro, dice la admiradora, es para una tal Justine.
El uso y desuso de la voluntad creadora fue un tema que siempre interesó a Roman Polanski. Desde el anonimato –El escritor oculto-, a lo fáctico –La piel de Venus-, llegando a su manifestación favorita, la voluntad como influencia de un origen perverso –El bebe de Rosemary, El inquilino, Chinatown -. Si el centro de Justine residía en la cortedad de una influencia manifiesta en una creación autónoma, el cine de Polanski deviene una exacerbación de voluntades caóticas, dominantes.
La cita a la novela mencionada resulta ambigua: ¿Es una corrección a lo expuesto en Justine o es acaso una rendición por parte del director a su propia zafiedad? Por lo pronto, continuamos. Basada en Hechos Reales desiste de la norma instaurada por el par de films anteriores de Polanski. Abandona -creemos que sabiamente- el atolondrado teatro filmado de Un dios salvaje y La piel de Venus.
La presente película nos trae a Delphine, exitosa escritora que acaba de publicar su gran best seller. Todo cambia en su vida cuando conoce a Elle, una misteriosa y solitaria fanática. Progresivamente, el film se torna un juego de influencias, una suerte de quien usa a quien desarrollada dentro de una situación especial, la creación de una nueva novela. Elle usa a Delphine para convertirse en ella, y la propia Delphine usa a Elle como motor e inspiración para salir de su bloque creativo.
A las relaciones de influencia perversa -que son, como señalábamos, vitales en el cine de Polanski- se suma otro elemento: la ciudad como forma aislante. Los personajes de Polanski están siempre perdidos en la ciudad. Trelkovsky de El inquilino se encuentra doblemente encerrado en una París ajena y en un cuarto rentado (y finalmente en un caparazón de yeso); Rosemary permanece confinada en una Nueva York hostil y críptica, incluso su departamento implica un encierro en sí mismo; Gittes de Chinatown descubre un entramado cuyo escenario es una Los Ángeles oscura, que alberga el submundo del barrio chino (de ahí el sentido ulterior de la frase con la que concluye el film). Incluso las películas de Polanski menos canónicas contienen este elemento fundante (los ghettos y ciudades destruidas de El pianista, la enajenada Londres de Oliver Twist, etc).
La ciudad que confina al exiguo anonimato, para luego desembocar en una sucesión de encierros simétricos y consecuentes, supone la piedra angular de los films de Polanski. Basada en Hechos Reales sin duda retoma lo descrito, pero resulta una obra desatinada y un tanto dispersa. Los relatos de Polanski son eficaces únicamente cuando saben autolimitarse, sin giros narrativos perpetuos o pesadillas surrealistas pretenciosas. Vale decir que aquí encontramos bastante de ambos componentes.
Ejemplo: existe inicialmente un fuerte misterio sobre el origen y la historia del primer libro de Delphine. Progresivamente, a través de rastros de conversaciones, restos de utilería e imágenes sueltas nos vamos enterando de que existe una relación con su madre y algún confinamiento en un hospital (aparentemente fruto de una adicción). Esta idea es retomada posteriormente cuando Elle remarca: “Solo puedes escribir sobre hechos reales”. De todas formas, este correlato no es desarrollado in extenso a lo largo de la historia; peor aún, se abandona.
Otros interesantes pliegues del relato también sufren el mismo destino: la relación de Delphine con sus hijos, las cartas amenazantes que recibe, el bloqueo creativo que sufre. No hay resoluciones argumentales, tan solo giros y giros. Los personajes van de un lado a otro (de una fiesta a un departamento, de un cumpleaños a convivir conjuntamente o de un accidente a una villa solitaria), y si bien eventualmente surge una explicación última que busca cerrar las cuestiones descritas anteriormente, la cosa no cierra.
Tal vez Polanski intentó reproducir el hacer de Justine; creemos que buscó basarse en esa sensación de estar llegando tarde que impregna toda la novela. Probablemente quiso imitar la influencia creadora, siempre a medias, del protagonista de esa historia. Pese a hacer uso del confinamiento, una recurrencia en la filmografía del director, Basada en Hechos Reales sufre por aquello que más la caracteriza: su imperiosa necesidad por sorprender.