Una sombra ya pronto serás
Finalmente llega la épica conclusión de lo que ya se conoce como la trilogía Nolan sobre Batman, personaje creado por Bob Kane, quien al momento de su presentación allá por 1939 no debe haber imaginado la cantidad de lecturas que su criatura tendría a posteriori.
Ciudad Gótica, símbolo de todo lo podrido y corrupto en este mundo. Un hombre ha crecido a la sombra de esa podredumbre, es una víctima de ella, y durante años se ha encargado de combatirla. La acción transcurre ocho años después de los trágicos acontecimientos que acabaron con la vida del alcalde Harvey Dent, hecho por el que se culpa a Batman. En ese tiempo nada se supo sobre el encapotado ni sobre el millonario Bruce Wayne (Christian Bale), quien vive recluido en su mansión. Una tensa paz reinó sobre Ciudad Gótica durante ese periodo, paz que obviamente va a dejar de existir pronto.
El director Christopher Nolan construye, con notable pericia, un filme extenso -casi tres horas- donde presenta a cada personaje en profundidad, más allá de lo que esos personajes luego provoquen en la audiencia. Anne Hathaway, por caso, consigue dotar a su Catwoman de la dualidad típica del personaje, sin llegar a ser una villana como el Joker o Dos caras, ya que al contrario de ellos, siente algo por Batman que no es precisamente odio.
El malo de esta historia es Bane, interpretado por Tom Hardy. Este sujeto de increíble fuerza tiene planes de destrucción y anarquía para la ciudad. Quienes hayan leído las historietas tal vez se sientan decepcionados por el aspecto del personaje, ya que no luce tan intimidante como en el papel y no lleva puesta su máscara característica. A decir verdad, no es uno de los más carismáticos de la saga cinematográfica.
Es interesante como en esta historia se insinúa algo de heroicidad colectiva que no siempre está presente en los filmes de estas características. La idea de que un hombre solo no puede contra todo el mal, al tiempo que se plantea como una sociedad sin héroes de este tipo estaría condenada al infierno. Esto siempre en el terreno de la ficción, claro está. Lo que no tiene nada de ficción son algunos pasajes del filme que tienen que ver con el momento histórico en que se rodó, cuando los "indignados" tomaron Wall Street y para quienes Nolan dedica claramente un par de escenas.
En esta entrega las locaciones son más abiertas que en las entregas anteriores. La atmósfera no es tan opresiva ni la ciudad luce tan "gótica", sino más real, reconocible, como sucede, por ejemplo, en las aventuras de Marvel. El ritmo logrado en el montaje es trepidante, cada secuencia, especialmente las cercanas al final montadas en paralelo con otras, se ven reforzadas por la formidable banda de sonido de Hans Zimmer.
Con Bane tiene que ver un aspecto técnico del filme que es, por lo menos, desprolijo. A fines del año pasado los directivos del estudio pidieron a Nolan que revise las escenas donde habla el personaje, ya que no se le entendía bien lo que decía debido a la mascarilla que usa. Ahora, al ver el filme notamos que las partes donde habla Bane suenan exagerada y molestamente altas en cuanto a volumen, su voz está en otro plano. Parece que el personaje tuviera un amplificador de sonido en lugar de una máscara.
En cuanto a lo actoral, Gary Oldman, como Gordon, y Michael Caine, como Alfred, se llevan los aplausos; mientras Joseph Gordon Levitt compone a un joven e intrépido policía que se vuelve necesario para el comisionado Gordon, y también para comprender buena parte de la historia.
El final, para muchos, puede que no esté a la altura de la épica de Nolan; deberán comprender que hay cosas que para Hollywood son innegociables.