Un cierre de lujo
Enorme responsabilidad tenía Christopher Nolan a la hora de ponerse al frente de la que sin dudas es la película más esperada en la historia del héroe encapotado después de lo que fue el film de Tim Burton en 1989. Podría decirse que, desde ese punto de vista, The Dark Knight Rises es la mejor noticia que podría habernos llegado desde las oscuras calles de Ciudad Gótica.
La historia de esta tercera película de la saga dirigida por el realizador de Memento transcurre ocho años después del final del capítulo anterior. Bruce Wayne (Christian Bale) se encuentra recluído en su mansión, sin contacto con el exterior más que a través de su fiel mayordomo Alfred (Michael Caine) y alguna que otra visita obsesivamente filtrada. En medio de un clima de relativa tranquilidad en la city, a un homenaje al malogrado Harvey Dent lo sucede el violento secuestro del comisario Gordon (Gary Oldman), lo que se convierte en apenas el primer paso de la virulenta aparición del vilano de marras: Bane (Tom Hardy).
La irrupción del nuevo foco del mal en Gotham obliga a Wayne/Batman a regresar al ruedo, momento en el que descubre que alguien más se encuentra transitando la noche de la ciudad enfundada en un traje negro, aunque desde el lado de la incorrección y la pillería: Catwoman (Anne Hathaway), la nueva vecina del barrio, la chica que hacía falta para que al bueno de Bruce se le complicaran un poco más las cosas.
De esta manera es como da inicio el nuevo y definitivo derrotero de Batman, tan intrincado como los pasajes secretos de la "baticueva" que busca mantener oculta, al igual que sus armas, su formidable arsenal de grueso calibre y demás delicias hi tech administradas por el siempre leal Fox (Morgan Freeman). Así, a medida que avanza la trama, la situación puntual de nuestro héroe y de la ciudad que busca proteger se enreda y agiganta en problemas.
El film más largo de todos los que tuvieron a Batman como protagonista (casi tres horas) es también el más denso desde lo argumental, el más elaborado en cuanto al guión y el que mejor sabe condensar y formular la relación héroe-vilano. No en vano este capítulo final de la saga es el más sólido desde aquel primer film con Michael Keaton y Jack Nicholson, definitivamente liviano en comparación con estas aventuras siempre al borde del desgarro y el estallido conceptual.
Batman: el cabalero de la noche asciende es, además de lo antedicho, también la más adulta de las películas hechas hasta el momento con superhéroes. La idea de un universo comiquero de alta condensación se hace carne, hueso y metal gracias a una forma de plantear el cine que logra escapar a las leyes del marketing berreta y que piensa al espectador como un ser con capacidad de asimilar una historia compleja. Nolan es un realizador que va por ese camino, lo viene haciendo desde su promisorio debut, Following (1998) y lo continuó hasta esta descomunal muestra de arte cinematográfico.