La película sostiene la tensión nacida de la pura aventura.
Ante el desafío de lograr una película inteligente e intensa como la anterior de esta trilogía Christopher Nolan, su director, se ha pisado la cola.
Seguramente para muchos la emoción de recuperar un personaje tan caro afectivamente es suficiente para considerar esta película más que satisfactoria (varias generaciones tienen una potente conexión emocional con Batman). Habrá quienes encontrando en ella rasgos, gestos, ideas o sonidos que la emparentan con su predecesora, le colgarán a este nuevo opus las mismas cucardas que a aquella, que tuvo la complejidad del mal aportada por el Guasón y Dent / Dos caras. Probablemente quienes amen el cine de acción y aventuras no necesiten más que las potentes secuencias para aplaudir sin parar al final de la proyección. Todo ello es válido y respetable, sin embargo a juicio de este sobre estimado escriba, la película es un remedo de la anterior.
Batman está algo más viejo y mucho más dolorido. Desde aquel anuncio por el cual se hizo cargo de la muerte de Harvey Dent. tras lo cual en Ciudad Gótica las mafias fueron encarceladas, el heroe está retirado y sumido en el ostracismo. Oculto en el ala este de su mansión están él y su alter ego, Bruce Wayne. Con un cuerpo que ha sufrido los golpes y un abatimiento espiritual tan o más grande, el retiro parece definitivo. Sin embargo la aparición de Bane, un violento delincuente que llega a la ciudad con un extraño propósito y una organización subterránea muy poderosa, lo obliga a recuperar el traje, sus viejas armas y sus principales aliados, Alfred y el Sr. Fox.
La lucha entre el héroe y el villano tendrá circunstancias propicias para la aventura, contará con personajes construidos con un cálculo demasiado preciso, de modo de justificar el desenlace, y, obviamente, se articulará narrativamente para dar lugar a secuencias de un despliegue impecable de efectos especiales. La aventura rodará sin interrupciones, con un ritmo generalmente adecuado, a excepción de una larga secuencia de encierro del enmascarado.
En este ¿último? Opus de Nolan & Batman, el realizador apela a reponer cuestiones que fueron interesantes en las dos películas previas, sin poder generar la misma vacilación, la misma dialéctica entre el vacío del hombre y el deseo de absoluto, ni el mismo temor al sin sentido. Aquí todo tiene un porque, todo lo que parece ser complejo es pura falsedad, puro maquillaje. El Batman doliente solo parece luchar con ella. Lo real es que siempre se cura, siempre deja atrás la misma y se enfrenta al delito con absoluto dominio de su cuerpo y su voluntad. Aquí está un problema central, Nolan expresa lo que debe verse, pero hace otra cosa. Lo mismo ocurre con la lucha “espiritual” que reproduce aquella auto superación de Batman inicia, lo que era un camino sinuoso y sin objetivo claro, es acá una muy usada fábula del hombre, la voluntad y la palabra del sabio.
El malo sabe que quiere y es capaz de decirlo. Frente a aquel Guasón que nunca quería sino hacer el mal, en este el deseo de venganza es el motor organizador. Por lo tanto el mal deja de ser aquel difuso móvil para ser solo un objetivo casi humano.
Finalmente la fantástica y ficcional Ciudad Gótica, siempre espacio dramático de un valor clave para cualquiera de las versiones de Batman, es aquí una inconfundible Nueva York, perdiendo todo lo que aquella construcción tiene como potencia narrativa.
Sin embargo, la película entretiene, intriga, sostiene la tensión nacida de la pura aventura. Es allí donde Nolan no se equivoca.
Tal vez, tenga aun una oportunidad de hacer una nueva película y allí recuperar todo lo bueno de El caballero de la noche. Por el momento ese es un final abierto, como el de la pelíciula.