Un hombre ante un mundo espiritual y moralmente al borde del desastre
Se cierra otra de las sagas históricas del cine. De esas que quedan para siempre arraigadas en la cultura popular, que dentro de la historia del genero fantástico (adaptado de historietas) será el referente natural a la hora de revisarla. Christopher Nolan se baja de la saga dejando la posta para que alguien más siga la carrera taquillera de Batman, pero se baja tranquilo, habiendo hecho un trabajo pensado, sentido, y de profunda convicción a la hora de dar su visión.
La tercera entrega de Nolan confirma el hecho de que siempre fue Bruce Wayne el eje de todo. Si de las tres obras extrajésemos imaginariamente los pasajes en donde él aparece, y dejásemos las escenas de acción de lado, estaríamos ante un complejo retrato sobre un hombre que pese al paso de los años no puede resolver la ausencia de los padres y se recluye en una soledad tan absoluta, que aun rodeado de gente de clase alta y reuniones filantrópicas su vida transcurre vacía, sin gusto. Dura como el frío más intenso.
Este hombre inmensamente millonario y solitario tiene, a lo largo de los años y en sus distintas versiones desde 1939, una inmensa riqueza como personaje de ficción. Habría que buscar realmente con lupa cuantos, dentro de este género, ofrecen una complejidad tan generosa para cualquiera que se moleste en conocerlo y desarrollarlo.
Si la anarquía y el odio al mundo eran los factores que movían los engranajes del mal en “Batman: El caballero de la noche” (2008), a través del extraordinario Guasón de Heath Ledger, en esta oportunidad el motor es la venganza.
Quizás sea el amor lo que da un halo de esperanza ante el odio más profundo, pero Bruce Wayne también pierde eso en la anterior. Además de que su alter ego queda marginado y perseguido con el mote de enemigo público. Luego, el guión de esta última parte, transita por llevar al personaje (y al espectador en el mismo tiempo cinematográfico) a descubrir cuales serían las motivaciones de “ambos” para seguir adelante.
También hay lugar para cuestionar la existencia de la justicia como valor universal, la necesidad como sociedad de estar bajo control (que no es lo mismo que controlada) y, definitivamente, un lugar para meterse de lleno en el odio humano buscando llegar al núcleo que lo compone.
Una vez allí, el realizador se despacha con una lección de manejo de los tiempos y los climas del relato, mientras va dosificando la información sobre cada uno de los personajes. Quizás sea este el punto más alto de “Batman: El caballero de la noche asciende”. En ningún momento se permite a ninguno de los personajes alzar la bandera de héroe o justiciero. No hay buenos ni malos en esta saga. Sólo seres con más o menos falencias en un mundo que ideológica y moralmente se cae a pedazos. Algo similar a lo que planteó Clint Eastwood con aquella superlativa e indispensable “Los imperdonables”, de 1992.
Así, cada quién tendrá lugar para establecer su posición en la vida en la misma aldea de siempre, aunque resultan raras las tomas en donde ya Ciudad Gótica deja de serlo y se transforma (sin que sea dicho; sino mostrado) en Manhattan.
En la opinión de quien escribe, es probable que nunca se pueda hablar del cine de Nolan incluyendo esta saga. Es una reflexión que sólo puede demostrarse en el futuro; pero, salvo por “El origen” (2010), y hasta ahí nomás, nada de su filmografía se ve en la trilogía. Apenas alguna sutileza del "deseo de ser" del protagonista de “Memento” (2000).
Apenas.
Este realizador ha convertido una historieta en un relato con características de cine épico. No sólo por la resolución final, sino por haber sido capaz de leer y subrayar en su texto cinematográfico la interpretación de que el mundo actual sobrevive al borde de una debacle espiritual, ideológica y, por carácter transitivo, del sistema político-financiero. Después de todo, el ataque principal que deriva en una posible catástrofe se produce en Wall Street. El mundo según Nolan en realidad es el mundo según Wayne (aunque parezca un juego de palabras sobre aquella comedia con Mike Myers).
También es inherente al director su visión de la sociedad occidental. El entiende, a través de las tres películas, que los valores nobles del ser humano están en plena desintegración. Como si la lealtad, el amor, la solidaridad, y sobre todo la compasión, implícitos en el alma humana, fueran como una roca que va siendo erosionada inexorablemente por el paso del tiempo hasta confundirse “como lágrimas en la lluvia”, evocando aquella frase inolvidable de Rutger Hauer en “Blade Runner” (1982)
Para los fanáticos de las bandas de sonido, Hans Zimmer llega a un punto álgido de su carrera. Lejos de los experimentos pegándole a caños para darle hierro sonoro al Japón industrial de “Lluvia negra” (1990), y alejándose de la partitura identificatoria de “Gladiator” (2000), por poner ejemplos brillantes, su resumen musical de la saga se vuelve tan épico como la obra. Consagrado Hans Zimmer con la banda de sonido (esta vez sin la colaboración de James Newton Howard), el resto del equipo técnico funciona como un relojito creando las atmósferas opresivas y desesperanzadas pensadas por el realizador.
Tal cual sucede en las anteriores, Christian Bale, Morgan Freeman, Gary Oldman y Michael Caine (este último aparece tres veces y se roba las escenas) consolidan un elenco demoledor. Difícil imaginar el futuro de estos personajes sin estos actores. También los nuevos aportan sin desentonar. Ann Hattaway compone una Gatúbela enigmática que despierta sensaciones encontradas durante toda la narración. También Tom Hardy (Bane) y Marion Cotillard (Miranda Tate) se integran con gran solvencia a la química del resto.
Sería injusto (y erróneo) comparar esta realización con la anterior. Aquellos que entiendan que forma parte de una misma saga conceptual, con altas dosis de dramatismo en las tres, y cuyo pico máximo de tensión está perfectamente planificado, sacarán la mejor tajada de este espectáculo. Es cierto, el archienemigo fue y será siempre el Guasón, pero a los efectos de la lectura del Batman de Christopher Nolan es simplemente uno más de todos los catalizadores que mueven a Bruce Wayne a salir o recluirse; buscar venganza o redención; asumir su rol o renunciar a él y, finalmente; errar o perdonar.
Todos estos planteos ya han sido abordados en el cine. Puede que no sea nuevo. Pero un viejo maestro me enseñó que muchas veces, los mensajes llegan de la forma menos esperada. Simplemente hay que estar atentos... perceptivos... y disponibles.