Asciende, pero jugando la promoción
Quizás se trate de la película más esperada de los últimos años. Luego de la estupenda, inesperada, inigualable El caballero de la noche, Christopher Nolan, su director, se convirtió en una especie de genio, una suerte de estrella de rock, de maestro de maestros de quién se puede esperar que todo lo que toque sea oro puro. Los condimentos acompañaban la expectativa: el final de una de las mejores sagas del hombre murciélago, la última dirigida por este gran realizador (recordemos que tiene en su haber al menos tres películas que todo el mundo vio y que la mayoría adora, caprichosamente nombremos El gran truco, Memento y la nombrada El caballero de la noche), la promesa de una hora de filmación en formato IMAX y el morbo que nos obliga a todos como espectadores a ver si realmente está a la altura de lograr superarse a si mismo, cosa que, ahora, a la distancia, parece muy difícil, si tenemos en cuenta la calidad de esa segunda parte de la historia del encapotado.
Se acaba la mentira
La tercera entrega arranca varios años después del final de la segunda: Bruce Wayne se aisló en su mansión y ha dejado de ser Batman. La paz reina en Ciudad Gótica, Bruce se aburre, está maltrecho (al parecer las batallas le han pasado factura) y prácticamente no sale de su habitación, esperando que Alfred le traiga la comida. Pero dos situaciones lo sacan de su letargo emocional: la aparición de una intrépida ladrona en su casa que se queda con una joya familiar y la intervención de un irredimible villano, Bane, que pone la ciudad patas para arriba con una discurso de tintes anarquistas.
La última de Batman tiene puntos altos, obviamente. Nolan no puede hacer productos de baja calidad simplemente porque es un verdadero director de cine y está acompañado por un equipo de primera. Nuevamente cuenta con Wally Pfister como director de fotografía y esa mano es notable otra vez. Pero también porque la tercera parte de la saga tiene que tener, obligatoriamente, un redoble de apuesta en materia de acción, en el ámbito de la espectacularidad. Y ver esa primera escena del secuestro del avión en pleno vuelo en una pantalla de siete pisos en pleno funcionamiento es absolutamente abrumador. O cómo toda Ciudad Gótica estalla, con sus puentes, edificios y, por qué no, el campo de un estadio de fútbol americano en pleno partido.
Anarquía en Gótica
En esta entrega Batman tiene más chiches que los que ha tenido antes. Ahora su vehículo también vuela, con lo cual si sostenemos esa afirmación de que Batman no es un superhéroe porque no tiene superpoderes, ya nos vemos forzados a discutir si un avioncito todoterreno que desaparece, que desactiva-apaga-corta la señal de todo a lo que apunta no está demasiado cerca de un "superpoder". Y sin embargo, es más Bruce Wayne que Batman el protagonista de este relato, sus vaivenes emocionales, sus sensaciones tras la muerte de su amada, tras aceptar dejar de ser el héroe para ser el villano y que Harvey Dent se lleve todos los laureles si es la paz lo que está en juego, su sufrimiento ante los achaques del tiempo, los recuerdos de sus seres queridos que ya no están, las decisiones que tienen que ver con las empresas Wayne y con seguir haciendo dinero. Y Christian Bale vuelve a estar a la altura, dentro de un elenco en el cual solo faltaría un cameo de Di Caprio y llenamos el album.
Tom Hardy interpreta al inefable Bane, un villano que logra atemorizar a fuerza de golpes, destrucción y pura maldad. Su personaje utiliza una mascara constantemente, no podemos ver más que sus ojos y su impresionante musculatura, y aún así logra transmitir -quizás a fuerza de una buena construcción del personaje desde el punto de vista narrativo que otra cosa- el miedo debería causarnos un villano que le haga frente a este Batman. Las comparaciones con el Guasón de Ledger son tan inútiles como inevitables: será difícil hallar un enemigo que le llegue a los talones al antagonista de El caballero de la noche, pero Bane tiene otras armas a mano: dos puños intratables, una fuerza claramente mayor que la del encapotado, lo que genera que cada enfrentamiento sea un deleite y un sufrimiento constante para el espectador.
¡Dame un abrazo!
Marion Cotillard (La vie en Rose, Inception) interpreta a una millonaria que se hace amiga de Wayne y que le ofrece su ayuda cuando las papas queman. Joseph Gordon Levitt (50/50, 500 días con ella, Inception) juega el papel de un joven policía que asistirá a Batman y a Gordon cuando las esperanzas parecen ser nulas. Hoy en día ya podemos considerarlo uno de esos actores que te pagan el precio de la entrada. La bella Anne Hathaway compone a una Selina Kyle/Gatubela muy sugerente, aunque quizás se trate del personaje menos interesante de toda la saga. Completan el dream team actoral Morgan Freeman, Michael Caine y Gary Oldman como Lucious Fox, Alfred y el Comisionado Gordon respectivamente, aportando la sapiencia y experiencia esperadas para darles a sus personajes secundarios la profundidad que le hace falta a este relato para ser considerado "más un drama que un filme de aventuras".
El encapotado vuelve a las pistas
Finalmente llegamos a lo que como fiel seguidor de esta trilogía no quisiera haber hallado: las falencias. Al igual que en Inception, Nolan se aprovecha del artificio visual, del poderoso correr de la trama, de la inminencia de algo a punto de estallar para llevarse puesta a la narración y que el espectador olvide los baches, el seguimiento lógico de las acciones y las explicaciones de los hechos. Con esto no me refiero al epílogo del filme (he encontrado a varios espectadores que no lo comprendieron aunque la explicación está presente en el relato), sino más bien a los preparativos para la batalla final. Bane propone una especie de dictadura sobre la base de la libertad pura ("cada uno es libre de hacer lo que quiera"), solo que sus secuaces patrullan las calles y procuran hallar a quienes les traigan problemas y someterlos a un despiadado juicio unilateral. En medio de ese caos violento y vigilante, algunos personajes se pasean juntando unos hilos cuyo fin es una comunicación disimulada con sus compañeros.
¿Y esos hilitos?
Por otra parte, Bane, que logra entusiasmar al espectador a fuerza de músculos y amenazas, termina olvidado por el guión y queda desdeñado por un final que no merece en pos de un giro narrativo innecesario. Parece un tanto atolondrada la forma en la que los hermanos Nolan y David S. Goyer, guionistas de toda la trilogía, intentan recargar de vueltas de tuerca ese climax como intentando que la bola de nieve de hechos sea lo suficientemente grande como para que se justifique la expectativa generada por el filme.
Desde el punto de vista que podríamos llamar ideológico, el guión se comporta también de manera un tanto extraña. Si bien Bane amenaza a toda la cuidad con una bomba atómica que estallará irremediablemente en un par de días, su discurso va entre el anarquismo y el comunismo, proponiendo la libertad para quienes están cautivos, la pobreza para los que mucho han tenido a costa de los trabajadores y su primer ataque es a la bolsa, intentando desvalorizar todo el mundo de las finanzas mediante un hackeo de los sistemas. En medio de este embrollo, es Batman, cuyo alter ego es un ricachón que ha sabido ser un bon vivant irresponsable, que cada tanto prefiere salir a pasear en el Lamborghini para hacer facha, quien se encargará de poner en su lugar las cosas, de reestablecer el sistema, de volver a poner a los ricos en su lugar y a los pobres en donde estaban. Si, bueno, Bane los iba a matar a todos igual, pero qué rara suena la descripción, ¿no?
Lucha de titanes
El caballero de la noche asciende es un filme que complejiza su trama demasiado sin motivo, que es grandilocuente desde todo punto de vista (¡una hora de IMAX!), que busca el efectismo de los giros y vueltas sobre el final, que posee un discurso inconexo y que si no fuera la espectacular trilogía que supo ser, nadie estaría mencionando este tipo de cosas o siquiera fijando su atención en trivialidades como estas. El problema es que Nolan, desde su comienzo, puso a la historia en un lugar que la aleja de las historias convencionales de superhéroes y la transformó en un poderoso drama de aventuras, en un policial negro, en un relato con un desarrollo interesantísimo de la psicología de los personajes. Por todo esto, la lupa sobre la tercera parte de esta fabulosa historia del encapotado se centra en detalles que en una del Hombre araña, de los Gemelos fantásticos o de Superchica no lo haría jamás. Por todo eso, pese a sus fallas, debemos estar agradecidos. Por brindar esa dosis de realismo, de profundidad de personajes, de villanos inolvidables, de oscuridad y de drama que no se halla en ninguna otra historia basada en comics. Y porque, como cierre de una gran trifecta, El caballero de la noche asciende no deja de ser una catarata de aventuras y de espectacularidad visual que se encuentra pocas veces en las salas de cine.