Mucho ruido y pocas nueces
El Caballero de la Noche asciende se propone ser el evento cinematográfico de la década. Eso no es novedad. La última entrega de Batman, sin embargo, padece el mismo defecto que El Origen, otra de las imponentes creaciones de Christopher Nolan. El británico no duda cuando hay que ir a los bifes, y le sale muy, pero muy bien. Escenas como esa de la cancha de fútbol americano volando por los aires, con la tensa secuencia del nene cantando el himno que la precede, demuestran lo que su tremendo tour de force puede dar. Sólo que para justificar todo el desastre que vemos en pantalla, toda la exuberancia de semejante impulso destructivo, se nos impone antes un tedioso compendio de explicaciones. El estilo narrativo se caracteriza por un vértigo estéril, con toneladas de diálogos que no dejan nada librado al azar o la imaginación, y una aburrida banda sonora compuesta por Hans Zimmer (cómo se extraña la música que Danny Elfman ideó para Tim Burton) cuyos compases se repiten hasta el hartazgo sin importar la densidad dramática de las acciones que acompañan. Cuando finalmente se pudre todo y una especie de Tercera Guerra Mundial asola Ciudad Gótica, el film ya nos rompió el bocho con una híper actividad alienada que lo obliga a ilustrar en su superficie hasta el más mínimo detalle.
Por ejemplo, cuando Alfred (Michael Caine) le cuenta a Bruce Wayne (Christian Bale) sobre sus deseos de verlo llevar una vida normal, ¿era necesario mostrarlo en un café de Florencia, esperanzado con ver a su amo feliz y bien acompañado en alguna de las mesitas ? Es decir, ¿había que hacer visible exactamente lo que el mayordomo estaba diciendo? El director echa mano de este recurso una y otra vez, nos bombardea con superposiciones audiovisuales, quizá por no creer lo suficiente en el poder intrínseco de las imágenes y las palabras, en las respectivas capacidades de autonomía de estas. Los explosivos cuarenta y cinco minutos finales, luego de que Nolan cumplió con sus obligaciones autoimpuestas para dedicarse a entretener sin más preocupaciones, constituyen, por lejos, lo más disfrutable de la película.
Basada en un puñado de historias del cómic, El Caballero de la Noche asciende sufre la carencia de un villano de peso. No es que Tom Hardy entregue una performance floja, pero su terrorista Bane empalidece ante el Joker que inmortalizó el difunto Heath Ledger en la segunda parte de la saga. Ledger personificaba el desorden que hacía de El Caballero de la Noche una película retorcida, desquiciada, maquiavélica. Aquí, por el contrario, la diversión y la imprevisibilidad brillan por su ausencia. La bellísima y correcta Gatúbela de Anne Hathaway no logra compensar dicha falta. Ésta es, en realidad, una película sobre Batman, o más bien sobre Bruce Wayne, ya que las apariciones del murciélago son pocas. Christian Bale encarna al millonario tal como este fue concebido en el cómic, y acaso haga recordar una versión noble de otro personaje que interpretó en el pasado, el Patrick Bateman de Psicópata americano. Pero la cuestión del saltito de Jedi para escapar de la prisión no cierra. Este Wayne, al que vemos renguear y arrastrarse con la columna vertebral a la miseria, parece estar más torturado física que psíquicamente. Si bien en las películas de Tim Burton (cuya fidelidad a la historieta era casi nula) los villanos eclipsaban al héroe, había algo en el discutido Michael Keaton que resultaba desconcertante: a nadie se le ocurría pensar que ese tipejo parco y oscuro podía ser Batman. Esta contingencia no tiene lugar aquí. El hermoso y triunfador Bale, sin duda, es Batman, es el salvador de Ciudad Gótica, y ahí se acaba todo el misterio.
El Caballero de la Noche asciende, en definitiva y pese a sus falencias, es un aceptable último capítulo, que, a partir del ímpetu revolucionario de su villano en el seno de un imperio americano convulsionado y paranoide por actual la crisis económica, podría suscitar algún que otro contrapunto sociológico de bajo vuelo y no mucho más que eso. En todo caso, aunque sus espectaculares escenas de acción la justifiquen, es la más floja de la trilogía Nolan y queda lejos de cumplir con las expectativas.