Batman asciende pero sin categoría
Cuando el momento cúlmine sucede, cuando el pueblo (¿una parte, todo, qué pueblo?) de Gótica parece definitivamente aliado tras el villano, de cara al enfrentamiento final con la policía, cuando todo indica que la balanza habrá de inclinarse de manera irreversible, ¡aparece Batman y descarga su artillería contra la gente!
Ahora bien, se dirá que no es exactamente así, y que lo que Batman hace es disparar a un tanque (uno de los muchos que Bane le ha robado). Pero lo que sí es evidente es el pliego policial del murciélago, devenido agente del orden, guardián del status quo. En verdad, nada de ello llama la atención, hay dos películas previas ya preocupadas por apuntalar al personaje en esta dirección, desde una comprensión "filosófica" cuanto menos banal pero pretendidamente profunda, de resonancias yin/yang.
Se dirá también que tal dualidad aparece desde los personajes, desde una mascarada compartida -Jim Gordon sabe que es mejor callar en beneficio del equilibrio-, pero lo que no podrá sostenerse es que tal planteo sea expresionista, turbador, melancólico, depresivo, poético. Nada hay más ajeno a este Batman que la noche de luna llena, los espectros de seres queridos, la queja existencial, la turbación psicológica. Viste su máscara cuando la seguridad lo requiere, carga con pecados ajenos como si de un murciélago santurrón se tratara, vive entre sombras porque lo que quiere -y logra- es salir a la luz. Nada de duelo entre los rincones oscuros del alma sino, antes bien, el esmero por lograr que la chica que le gusta sea su pareja para que deje de robar.
Por si algo de todo esto no quedara suficientemente claro, el propio Batman habrá de explicar al espectador qué es lo que hace y para qué, con la valía de metáforas sosas ("cualquiera puede ser un héroe"), con el propósito de dejar un legado. En este sentido, el murciélago como símbolo al que recurrir cuando peligren otros vínculos, mayores, tales como la bandera o la canción patria del país.
Hay una tergiversación ladina que este Batman expone, con las ideas diferentes -foráneas, revoltosas- como agentes del caos. La mujer gato sabrá darse cuenta de ello, y adquirir así una comprensión superadora de la mala o buena suerte de procedencia social: millonaria para Bruce Wayne, mísera para ella. La "tormenta" que su instinto felino dice inevitable habrá de develársele equívoca. Bane, allí, aparece entonces como estandarte al que disparar, con la suficiente sombra árabe detrás como para justificar el american way y cerrar, circularmente/bélicamente, la trilogía Batman del "visionario" Christopher Nolan.