El plomo de Nolan desciende
Atención: se revelan detalles de la trama.
El caballero de la noche asciende es una decepción. No una grande para mí, porque tras la excelente El caballero de la noche teníamos ese intrascendente comienzo que fue Batman inicia. Y, además, porque siempre desconfío de Christopher Nolan, un tipo tan inflado de autoimportancia, tan solemne y pedante, capaz de filmar ese cachivache berreta de El origen y venderlo como cine psicológico profundo. Pero decepción al fin. El caballero de la noche asciende, para colmo, pareciera no haber aprendido una sola de las lecciones de su anterior entrega de Batman, y sólo se mantiene viva durante unos minutos mientras repiquetean en nuestro interior los ecos de aquella (igual habría que rever si el término “vivo” se puede aplicar al cine de Nolan). Cuando comprendemos que esto es otra cosa, que Nolan se creyó que era el director más importante de la humanidad y que recargando cada instante y cada diálogo es profundo, la película empieza a desinflarse hasta volverse intrascendente, aburrida, tramposa. Y, lo que es peor, los ecos que nos comienzan a repiquetear son los de sus dos peores películas: El origen y El gran truco. El caballero de la noche asciende es peor que Batman inicia porque aquella, aún siendo bastante solemne y acartonada (Nolan siempre confunde acartonamiento con seriedad), carecía de las intenciones épicas y grandilocuentes de esta. Era el germen de algo que no estaba muy determinado todavía; esta en cambio se cree el cierre de un acontecimiento cultural contemporáneo. Y así le va.
Lo bueno es que con este pálido cierre de la saga termino por confirmar que si El caballero de la noche era excelente, se debía en buena parte al Joker, uno de los personajes más fascinantes que dio el cine de Hollywood en mucho tiempo. Lo curioso es que más allá de la notable labor de Heath Ledger, el Joker era un personaje estupendamente construido desde el guión: la relectura era excelente, su arbitrariedad caótica era coherente, y eso arrastraba a la película hacia un vórtice imposible de prever. El caos era la película misma, su trama zigzagueante, algo que le venía fenómeno al envarado cine de Nolan, donde de tan perfecto todo se vuelve tedioso, sin vida, previsible. El Joker, además, convertía al film en una película política sin intenciones de serlo; o con intenciones no explícitas. Uno de los problemas principales de El caballero de la noche asciende es precisamente el villano. No porque Bane sea un mal enemigo -aunque reconozcamos que carece del carisma de aquel-, sino porque cuando avanzada la trama y descubrimos que en realidad es un elemento secundario para un mal superior, su supuesta pericia, su astucia algo forzada se desbarranca dejándolo como un patovica con bozal. Y si encima es reemplazado por Miranda Tate (Marion Cotillard y una de las peores muertes actuadas de la historia del cine, y no estoy exagerando), el supuesto subtexto político de este Batman se cae a pedazos. Los objetivos de Miranda (Cotillard), con su deseo de volar todo por los aires más o menos porque sí, están más cerca de un villano ordinario a lo James Bond -aunque sin su sofisticación- que del complejo entramado psicológico de un Joker o de la bravuconada política de Bane.
Bien, analicemos a Bane entonces, que parece ser el punto desde donde todo se desbarranca. Una vez que sus motivaciones son develadas (como a la hora y pico, el film tarda demasiado en arrancar), descubrimos que el tipo es una especie de anarquista con aires de líder populista, que quiere devolver el poder y control de la ciudad al pueblo. Las acciones de Bane tienen un evidente eco en la realidad política de la última década: ataque a la Bolsa de Valores y atentados con bombas, replicando de alguna manera la crisis financiera y el terrorismo. Se hacen cortes populares, se ajusticia a quienes son signados como los causantes de las miserias de Ciudad Gótica, se persigue a políticos, empresarios y policías, se arma una especie de estado de sitio con una bomba nuclear a punto de estallar y pendiendo sobre la espalda de los ciudadanos. Rodrigo Seijas, en su crítica favorable publicada en el sitio, explica bien el entramado de referencias historicistas que recoge Nolan para su retrato de la anarquía en Gótica. Bane parece inteligente y, a la vez, potente, es como un cerebro pero además un brazo armado que tiene el poder para terminar con Batman de una buena vez por todas. El asunto es qué confronta Nolan a este estado anárquico: El caballero de la noche asciende dice que Batman junto a la Policía, la leyenda y la ley, son quienes tienen la energía para confrontar y restituir el orden; el pueblo no, es idiota y se somete. Podríamos acusar a esta película de reaccionaria o semi-fascista, pero no podríamos invalidarla por eso porque al menos, aún contrario al nuestro, ese sería más o menos un punto de vista. No, El caballero de la noche asciende mezcla todo esto pero no se anima a decir nada, no contiene una verdadera mirada política aún cuando se ofrece explícitamente con cada diálogo recargado como un film político. Como Bane, el film es un bravucón con bozal que tira miles de piedras pero, no como Bane, esconde la mano y no opina. Y esto no es un libre albedrío hacia el espectador, sino una falta de riesgo para decir algo: la película exhibe referencias pero nunca ahonda en su significado, como sí lo hacía con el mito y la justicia en la anterior entrega.
¿Qué estado de las cosas es el que se recompone luego que los malos son eliminados? No se sabe, porque la película no tiene nada para decir más que conceptos bien encuadrados. Sí sabemos que es un mundo que debe sostenerse por leyendas, pero que ahora el mito es Batman y no Harvey Dent. Bien, si vivimos de leyendas, de mitos que pasan a retiro y mantiene así su estatus, ¿para qué todo ese epílogo en el que vemos el nacimiento de Robin? ¿Por qué no matar a Batman, ser valiente de una vez, jugarse en serio, construir el mito de verdad, y no dejarlo en un espacio off con posibilidades de retorno? ¿Para continuar la franquicia? No parece el final más convincente para una saga que ha filosofado sobre el caos, la anarquía y el sinsentido de un sistema y de las instituciones, el hecho de aceptarse como un fenómeno de mercado, un mero producto. La oscuridad prometida es pura cháchara, como la independencia de Bane.
Película arbitraria en el mal sentido, porque parece transitar entre contradicciones cuando en verdad teme a ser concreta en algo, el único personaje interesante es Gatúbela: hay en sus decisiones algo entre libertario y dependiente. Sus movimientos varían entre el compromiso y la autodeterminación. Ese andar zigzagueante, como el de las caderas envueltas en cuero de Anne Hattaway, es un movimiento que calca, sin su cuota de perversión claro, lo que hacía el Joker. Y, además, le aporta algo de humor a una película que lo va perdiendo a medida que avanza su metraje. El caballero de la noche asciende, se sabe, es una película seria, es una de superhéroes pero para adultos que no pueden del todo reconocer que están viendo la historia de un tipo que se trastorna y se disfraza de murciélago para vengar la muerte de sus padres: por eso que a Nolan le interesa más Bruce Wayne que Batman. Esa locura de la que se hacía cargo la anterior, aquí queda anulada. Todo está demasiado planificado y, como pasaba en El origen, si alguien no lo entendió en la platea están los personajes y los guionistas para explicárselo de manera explícita: si hay una bomba nuclear por explotar, siempre hay alguien que nos recuerda que si tal artilugio falla ¡la bomba estalla! El caballero de la noche asciende es una película escrita y reescrita que no se quiere dar el lujo que alguien quede afuera, y en eso se parece a la soporífera El origen, aunque sin el destacado aporte visual de aquella: todo adquiere una gravedad dañina, una trascendencia de cartón con seriedad impostada y que pretende generar en el espectador la sensación de que está viendo algo relevante.
Estimo que finalmente el gran problema de El caballero de la noche asciende es que la película se va desanudando hasta convertirse en una épica, y ese es el mayor inconveniente para Nolan: carece de espíritu para lo épico. El caballero de la noche era un policial negro (negrísimo) que tiraba lazos con el cine de Michael Mann, Martin Scorsese e incluso de John Ford, por eso que funcionaba a la perfección, fundamentalmente cuando se fundía en el cine de Mann. Su aspecto clínico le aportaba a la ambigüedad moral del relato una carga física ineludible, la película era un objeto compacto que pegaba en el espectador con gran energía y lo despabilaba de tanto mainstream sotreta. Era un film oscuro que se tomaba ciertas licencias, al ser conscientemente una película de transición hacia un final épico: por eso se permitía una resolución desesperanzada, porque tenía el reaseguro de que en la tercera parte se resolverían los conflictos que allí habían quedado pendientes. El caballero de la noche asciende necesitaba, pues, un director capacitado para meterse más con el corazón que con el cerebro de sus personajes. Recordemos que Nolan hizo El gran truco, una película que se valía de la magia para no creer en la magia, y que se ponía orgullosa con orgullo de cínico pelotudo porque te contaba cómo era el truco. Por eso que a Nolan la épica no le sale, y lo que le queda es una pasión fría, congelada como el mar que rodea a Ciudad Gótica, distante, pura pose que mira con desconfianza eso mismo que va construyendo; con situaciones mal resueltas a medida que se precipita el final, con flashbacks horribles, con diálogos pésimos (toda la parte en la cárcel), con recursos y giros de guión un poco berretas para estirarla hasta unos exagerados 164 minutos, con una música que te remarca aquello que no dejaron claro ni las imágenes ni los diálogos y que para llegar a algo parecido a la emoción te tiene que mostrar a Michael Caine llorando de frente, cuando mostrarlo de espaldas era mucho más cinematográfico. El caballero de la noche asciende es el Nolan más plomífero, que desciende y desciende hasta la segunda categoría del cine.