"Soy un hombre de gustos sencillos, me gusta la dinamita, la pólvora y la gasolina. ¿Y sabes que tienen en común? Que son baratas".
(The Joker, The Dark Knight, 2008)
Pocas películas se han convertido en semejante objeto de atención y generado expectativas tan importantes como las que provocó The Dark Knight Rises a lo largo de los últimos dos años. En torno a ella se edificó una esperanzada estructura que acompañó la larga espera desde el lanzamiento del primer vistazo, hace poco más de doce meses, hasta la inevitable saturación de la campaña publicitaria, a sólo semanas de su estreno. Los rumores y supuestos estuvieron a la orden del día, se engulló cada imagen o noticia con hambre voraz, con un incontrolable apetito por este cierre de trilogía a cargo de Christopher Nolan. Este fanatismo de un público masivo, que más allá de los próximos estrenos de grandes realizadores ha convertido a este en el acontecimiento cinematográfico del año, la ha dotado de un valor único que entiendo la llevó a trascender el cerco que impone la formalidad del puntaje.
Considero que será interesante plantear desde este momento y en forma sencilla algunas conclusiones, para luego desmenuzar los motivos de las mismas sin revelar detalles de la trama. El Caballero Oscuro Asciende es una buena película que, no obstante, comportará cierta decepción para aquel cuya aspiración no sea una incondicional defensa ciega. Es, al menos durante buena parte, un final coherente para una saga que alcanzó su punto más elevado con The Dark Knight, diferenciándose de aquella en numerosas cuestiones que llevan a dudar de lo sólido del resultado.
Si la anterior era anárquica y rabiosa, caos controlado en la figura de uno dispuesto a llevar a todos al filo de la cornisa para ofrecerles el salto, esta funciona por oposición directa. Bane es frío y calculador, ejecuta un plan en forma sistemática en el que cada una de sus piezas es un engranaje de un gran mecanismo de relojería adosado a una bomba, dispuesto a estallar en un tiempo cronometrado. Desde su explosiva presentación, en la que se percibirá un notorio cambio de voz que le resta cierto encanto a raíz de los criticados adelantos, el villano se constituirá como una presencia magnética en pantalla. Con un Tom Hardy que fácilmente se perfila como uno de los grandes de esta generación, cada palabra que provenga de su máscara cortará el aire y provocará asombro. Un personaje tanto físico, los descontrolados y sucesivos golpes al cuerpo de Batman y el entorno son de temer, como mental, se trata en todo sentido de un equivalente directo al alter ego de Bruce Wayne.
Uno de los primeros problemas que presentará The Dark Knight Rises se dará alrededor del fastuoso despliegue de producción que se requiere para lograr un objetivo. Si The Joker necesitaba sólo algo de fuego y nafta para empujar a Gotham al borde de la autodestrucción, en este cierre de trilogía se precisa de un argumento propio de James Bond para lograr el cometido. Es evidente que Christopher Nolan se ha valido del Caballero Oscuro para abordar tópicos que han sido de su interés a lo largo de su filmografía, no obstante pareciera que su estudio de la personalidad humana habría agotado todas sus fuerzas con el film del 2008.
Durante la mayor parte de su metraje, esta tercera parte se ofrece como aquello que uno realmente estaba esperando. Una película que satisface al fanático y que otorga al resto del público dosis de cine del bueno, cargado de espectacularidad, con un desarrollo sostenido de cada instancia de la trama, con un tratamiento intensivo sobre cada uno de sus personajes. Sería injusto no destacar así la importancia de los fundamentales Gary Oldman y Michael Caine, como los rostros más humanos de la trilogía, así como omitir el buen desempeño de Anne Hathaway o Joseph Gordon-Levitt, dos que sorprenden con papeles disímiles.
Para encontrar el problema central de este cierre hay que remitirse a los libros, al guión firmado por los hermanos Nolan. El enredo (Memento, The Prestige) y la sobreexplicación (Inception) suelen ir de la mano en las películas del director, priorizando lo uno o lo otro según corresponda. En el caso de The Dark Knight Rises habrá de lo segundo en abundancia, subrayando en forma innecesaria cuestiones claves del argumento que abren la puerta a la previsibilidad. Estos problemas en lo escrito se potencian sobre su descuidado final, con el cual no sólo se traiciona la totalidad de la película sino también la de la saga completa.
Si el valor de la misma trasciende el mero puntaje, como planteé al comienzo de la crítica, es porque se inscribe en el marco de un año clave para las superproducciones en el que, en forma inversa a lo que se suponía, fueron más las que sorprendieron que las que confirmaron sospechas. En el mismo sentido que Prometheus, cuya decepción es también producto de un guión problemático, la riqueza de la nueva Batman se halla en la posibilidad de generar intensos debates que la tengan como centro. Si bien se trata de un buen film, dista de igualar el nivel de las expectativas. Asciende, pero no a la altura de las circunstancias.