Con un encapotado así, no necesitamos otro héroe
El filme escrito y dirigido por Christopher Nolan se debate en una cuestión de lealtad y honor. Tiene acción y aventuras, pero no al ritmo frenético de Hollywood. Se luce Christian Bale.
Christopher Nolan tiene una cualidad. Sabe, esencialmente desde el guión y luego plasmado en la realización y el montaje, construir un entretenimiento acabado, íntegro y proporcionado otorgándole a un personaje conocido y su entorno nuevas connotaciones. Su trilogía de Batman, que cierra con el estreno de hoy, escapa de los encorsetados límites del género de superhéroes (Batman no tiene superpoderes, así que no es tal) para poder repensar temas muy caros a su filmografía, como la lealtad y el miedo, y otros más presentes como el terrorismo o hasta la energía sustentable.
Bruce Wayne no es un justiciero más. Lo que hace, por lo que actúa y reacciona tiene que ver con su psicología y sus traumas. ¿Quién es Bruce Wayne, para Nolan? Un tipo solitario, pero vengativo, de alma torturada desde la primera película, un héroe que alcanza tal dimensión por casualidad.
Nolan y su hermano coguionista Jonathan retoman la historia ocho años después de El Caballero de la noche . Hay paz aparente en Ciudad Gótica luego de que la doctrina Dent haya encerrado a los criminales. Bruce Wayne está con bastón, maltrecho y encerrado en su mansión. El Comisionado Gordon había convencido a Batman de aparecer como el único al que echarle la culpa de la criminalidad y entronizar a Harvey Dent (que terminaba psicótico como Two Faces) como el adalid de la Justicia.
Pero si la mentira tiene patas cortas, el brazo largo de la Justicia llegará, de una manera u otra, a Ciudad Gótica.
Si El Caballero de la noche era oscura, El caballero de la noche asciende lo es más. Mucho más.
Algunas secuencias -el prólogo del secuestro de un avión; la cárcel en las cuevas; Bane atacando la Bolsa de Ciudad Gótica- son de una precisión milimétrica en sí mismas y dejan con la boca abierta. Nolan trabaja con un guión de hierro -como hacía Hitchcock-, pero si cada diálogo encierra una verdad trascendental y está trabajado para ser importante, nada de esto parece quitarle naturalidad.
Lo que ocurre es que Wayne, Alfred el mayordomo, el Comisionado, Bane y Gatúbela parecen recién salidos de la universidad.
Wayne (Christian Bale), filántropo en bancarrota, un ermitaño que tiene olvidados los juguetitos de Batman, no quería volver a ponerse el traje, pero -siempre hay un pero- la idea del malvado Bane (Tom Hardy) de tomar Ciudad Gótica y amenazar volarla en pedazos lo hace recapacitar.
Bane retrotrae la historia a Batman inicia , con la Liga de las Sombras, allí donde Wayne forjó su espíritu. Bane es la encarnación en carne y hueso del Mal. Oculto tras una máscara que le permite tolerar el dolor, Nolan presenta a quien supo en el cómic quebrar la espalda de Batman como un tipo cerebral, brutal… y leal.
La película se debate en una cuestión de lealtad. Y de honor.
Pero hay otro motivo por el que Wayne/Batman sale del ostracismo. Es la presencia de Selina/Gatúbela (Anne Hathaway, algo de luz entre tanta tenebrosidad). Ladrona de joyas, sí, pero lo que busca es lavar su pasado (como Batman). Y se suma Blake (Joseph Gordon-Levitt), un policía idealista, huérfano como Wayne.
Para apuntalar una personalidad así de compleja, el mayordomo Alfred y el agente Blake son para Wayne/Nolan algo así como enfrentar la voz de la conciencia. Un súper yo al que se puede estar dispuesto a escuchar. O no.
Igual, para quienes vayan a encerrarse casi tres horas en busca de aventuras, también las tendrán. Y acción a raudales, a un ritmo no tan frenético como el de los tanques de Hollywood (para algunas escenas se utilizaron cámaras de Imax, por lo que verla en ese cine es más que una opción). Batman tiene nuevos gadgets (moto de ruedas giratorias, una batiaeronave) y Nolan dosifica la tensión como en una montaña rusa. Hay momentos de extraña tranquilidad y otros en los que eriza la piel. Muchos estadounidenses sufrirán con algunas escenas que recuerdan al 11 de septiembre.
En definitiva, para Wayne/Batman es una cuestión de superación. De poner las cosas en blanco sobre negro -mucho negro-. Para que entendamos cómo alguien que está fuera de la ley puede ser un héroe. Y para que advirtamos que después de El caballero de la noche asciende no necesitamos otro héroe.