Duelo de titanes
Enfrentar a Batman contra Superman es de lo más parecido que los comics tienen a un superclásico, y la titánica mercadotecnia detrás de Batman vs Superman: El origen de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016) ha hecho todo lo posible por promocionar el film como la respuesta definitiva a la eterna pregunta: ¿quién ganaría?
La premisa de la película es prácticamente carnavalesca. ¡Pasen y vean! ¡El Hombre de Acero contra el Caballero de la Noche! Siempre hay algún embuste de por medio con estas atracciones de feria. La realidad es que la pelea titular – lo que debería ser el momento álgido de la película – ocurre demasiado pronto, al final del segundo acto. Empieza con un malentendido y termina con otro malentendido, y el clímax queda en manos de un villano que surge a último minuto sin preámbulo alguno. El final es explosivo, pero deja un resabio a nada.
Lo que tenemos aquí es un problema estructural más que de dirección. Mientras que gran parte de El hombre de acero (Man of Steel, 2013) revolvía incoherentemente entorno a su itinerante protagonista, la secuela posee un mejor sentido de la dirección. Es tan sencillo como que todo lo que ocurre en ella suma de una u otra forma al feudo entre los dos superhéroes, potenciando constantemente el conflicto central de la historia.
Si Watchmen (2009) era la deconstrucción posmoderna del género de superhéroes, Batman vs Superman: El origen de la justicia es una puesta en escena bastante clásica, una épica operática colmada de aplomo y pesadumbre en la que todos los personajes avanzan con melancolía hacia un final trágico e inevitable: Superman y Batman han de pelear. El contexto es que Superman (Henry Cavill) rehúsa comparecer por los estragos que causó al final de la película anterior (los cuales han cobrado una infamia similar a la del 9/11), mientras que Batman (Ben Affleck) jura venganza por mano propia. ¿Cuán hipócrita es que ambos vigilantes se castiguen mutuamente por no rendir cuentas a nadie?
El tercero en discordia es Lex Luthor Jr., interpretado por Jesse Eisenberg en su típica clave de autista megalómano. Luthor es quien orquesta el duelo entre los superhéroes y podría decirse la mayor parte de la película, dado cuan pasivos son los protagonistas. Superman no recibe prácticamente caracterización alguna; es un ícono, no un personaje. Batman aunque sea tiene personalidad. La decisión de poner a Affleck en el papel fue controversial. ¿Qué tal le sale? No trae nada “nuevo” al personaje como lo han hecho los mejores Batman, pero es fiel a la versión más parca y hosca del Caballero de la Noche, la cual cabe perfectamente dentro de su acotado rango actoral. Más allá de quién gana la pelea, es Batman quien se roba la película con unas cuantas secuencias de acción que ilustran brillantemente sus habilidades.
También se suma la Mujer Maravilla (Gal Gadot), pero lo que vendría a ser su debut cinematográfico resulta mediocre; su presencia se resume en una serie de breves apariciones que hacen una pésima labor por establecer su personaje o darle algo interesante para hacer. Otros superhéroes también hacen “acto de presencia” en una desfachatada secuencia que interrumpe la historia y cuyo único propósito es especulación financiera. Hay varias indulgencias de este estilo, algunas tan descolgadas de la historia que son más confusas que intrigantes.
Y sin embargo, a lo largo de dos horas y media, la película es sumamente entretenida. Zack Snyder tiene el don del encuadre para las escenas de acción, sabe inyectar claridad y elegancia sin necesidad de usar el ralentí que tanto se le ha criticado en sus películas anteriores. También sabe ostentar, y cómo convencernos de que lo que estamos viendo es lo más importante del mundo en el preciso momento en que lo vemos (y en ningún otro). La película tiene tanta ambición por ser importante que logra convencer de su propia trascendencia, de que todo el hormigueo de personajes secundones y tramas subsidiarias está entramando un complejo opus que será la base de algo grandioso. Algo que Batman vs Superman: El origen de la justicia, a fin de cuentas, no llega a ser.
Es la película que DC necesita, pero no la que merece.