Los héroes sean unidos
Batman vs. Superman: El origen de la justicia gana en el cruce de protagonistas pero se desdibuja hacia el final. Cómo es el filme de Zack Snyder.
Si se enfrentaron Alien y Depredador y Freddy y Jason por qué no pueden hacerlo Batman y Superman. Con un largo precedente de crossovers en las historietas, hoy materia prima de una tendencia del cine industrial tan exitosa como agobiante, los titanes de DC Cómics embisten sus músculos de manera estruendosa en Batman vs. Superman: El origen de la justicia, la película de Zack Snyder (Watchmen, Superman: Hombre de Acero) que viene a aportar un último grano de arena al género superheroico.
Grandilocuente y con ganas de tirar la casa por la ventana en cuanto a planos majestuosos y combates sacachispas, Batman vs. Superman es un filme de acción épica con dos horas y media de puro entretenimiento pirotécnico CGI que así y todo no consigue darle una aceptable vuelta de tuerca a las tan transitadas leyendas.
El filme se divide en tres partes: una introducción que podría denominarse “Bruce Wayne vs. Clark Kent”, lo más interesante de la historia por su in crescendo dramático y superposición de escenarios, en el que también se presenta un pedante y un tanto sobreactuado Lex Luthor (Jesse Eisenberg) y la Lois Lane de Amy Adams; una segunda en la que los héroes le hacen honor al “versus” en una lucha con música a lo Carmina Burana dejando varias porciones de escombros por detrás, que concluye con un bluff edípico; y un final en el que todo se disipa en el enfrentamiento con un Doomsday tolkieniano y la aparición tardía de la Mujer Maravilla (Gal Gadot), que bien podría no haber estado.
Como los ceñidos trajes de sus protagonistas, Batman vs. Superman encubre en su frenetismo de siglo 21 un cúmulo de contradicciones e irregularidades. Por un lado, el respeto casi temeroso que Snyder y los guionistas tuvieron con Batman y Superman, que se muestran como íconos marmóreos de diseño (el Batman corpulento, de líneas recortadas y sin cuello de Ben Affleck recuerda al de Frank Miller; Superman tiene algo del ídolo retro-luminoso pintado por Alex Ross), contrasta con las licencias que se permitieron con un Alfred dotado para la acción tras bastidores (Jeremy Irons), una Mujer Maravilla de pasarela salida de una de James Bond y los aggiornados Luthor y Doomsday.
Esa indecisión sobre el riesgo autoral desdibuja la identidad del filme al igual que lo hace la dilución de la narración en el último tercio, cuando el antagonismo entre los héroes que propone el título se desinfla ante una precipitada y torpe presentación de nuevos personajes y subtramas a la manera de un epílogo anticipador del aluvión de secuelas que DC/Warner tiene preparadas para los próximos años. Marca fragmentaria de los tiempos, las series se parecen cada vez más a películas de largo aliento y las películas al episodio molecular de una serie en puntos suspensivos. Batman vs. Superman es víctima de ese “continuará”.
Los breves instantes de humor, unos besos salidos de otra parte y un Clark Kent cocinando huevos fritos son las disonancias involuntarias de un largo procesado, una calculada cinta de montaje en la que el abultado presupuesto y sus límites son la real amenaza.