Las expectativas ante el enfrentamiento del siglo eran demasiado altas, y más con el peso acumulado de empezar a construir de un momento a otro un universo compartido para hacerle competencia directa a los héroes de Marvel. Lo que sería una secuela, se convirtió en el proceso en la unión fílmica de Batman y Superman, para luego agregarle el nacimiento de la Liga de la Justicia. De una Man of Steel que a mi parecer resultó un excelente estímulo para seguir de cerca a Superman sin haber leído sus cómics, pasamos a la construcción de un imperio cinematográfico, con todo el esfuerzo y calibración que ello conlleva. Y acá estamos, finalmente frente a Batman v Superman: Dawn of Justice, un mastodonte de película que ofrece muy poco del versus de su título y aún menos de ese amanecer de la Justicia.
Habiendo escuchado y digerido todos los comentarios acerca de la destrucción masiva de Metrópolis a manos de Superman y las fuerzas invasoras del remamente de Kryptón, el guión de David S. Goyer y el oscarizado Chris Terrio se enfoca durante buena parte de la primera hora del film en focalizar el conflicto. Superman es un Dios caído del cielo, pero ¿quién controla a un Dios? ¿Cómo puede responder a sus acciones un ser que no es de este planeta? Entre aquellos que lo idolatran como un verdadero salvador y los que quieren que responda por sus actos reside el solemne tono de la primera parte. La trama continúa con las preguntas que se generaron en la anterior entrega, y los diferentes planteamientos y desplazamientos de peones en el tablero de juego son interesantes. El movimiento orgánico del nudo de la trama puede resultar pesado, pero hay que tener una base para la lucha que promete el título. Y es ahí en donde la montaña rusa llega a su momento más álgido, para dejar al espectador rebosante de energía para lo que viene a continuación. Pero algo falla terriblemente.
Ya conocemos a Superman a fondo desde su anterior aventura, así que no molesta que desde los créditos de inicio se vaya gestando a su contrincante, Bruce Wayne. Hay nuevamente una mínima introducción al origen del enmascarado, para saltar directamente al Batman curtido que interpreta con mucha fuerza Ben Affleck, quien claramente no ve con buenos ojos toda la destrucción que acarrea Kal-El. Junto a él llega también la otra cara de la moneda, el multimillonario megalomaníaco Lex Luthor de Jesse Eisenberg, empecinado en controlar y hasta eliminar por completo la amenaza de Superman. Para complementar queda la Lois Lane de Amy Adams, casi totalmente desbidujada del cuadro excepto con algún que otro momento con Clark/Superman y algo de acción en el tramo final, pero nada sustancial. En el camino hay personajes secundarios que se suman a los anteriores, como el Alfred de Jeremy Irons o la senadora Finch de Holly Hunter, que agregan más pedigree con su nombre que peso a la trama, en verdad. Pero todos sabemos por qué estamos acá: por Batman vs. Superman.
Pero dicho combate tarda en llegar y, cuando llega, es un tanto decepcionante. La tan mentada pelea entre los héroes no sucede por una diferencia tangencial de ideales, situación que se vino gestando desde los primeros minutos de la película, sino por una catarata de eventos ajenos a ellos. Por un lado, está perfecto que sea así, que alguien sea tan o más inteligente que ellos y los empuje a la pelea, pero la diferencia de ideas del comienzo se deja de lado en pos de un combate desesperado y apurado. Y corto, muy corto. Después de tanta alharaca de publicidad sobre quién ganará entre Batman contra Superman, su pelea no es más que una escaramuza, intensa sí, pero disminuida, que se deja de lado al momento que aparece otra amenaza en el horizonte. Una amenaza con un nombre icónico, pero tristemente retratada con efectos en computadora que no le hace justicia alguna a la sombra que la precede.
Para los treinta minutos finales, todo se reduce a explosiones visuales y fuegos artificiales varios. Si alguno se quejaba de la confusa acción de Man of Steel, sabrán que Zack Snyder ha puesto su cara en la montaña de cocaína en el escritorio de Scarface y su exceso impresiona, pero se pasa de la raya y anula los sentidos. Y si a eso le agregamos la ruidosa e invasiva banda sonora de Hans Zimmer y su protegido Junkie XL, ambos también pasados de revoluciones, el resultado es mentalmente aplastante. El peso de tanta preparación para el futuro de los personajes y la franquicia termina estrujando al mismo producto, ambicioso en demasía, porque sus mil patas resultan muy endebles, y ciertos aciertos no pueden sostener una película con tantos puntos que cruzar en su lista.
El Batman de Affleck resulta sorprendente y cierra más de una boca, mientras que el Superman de Henry Cavill sigue muy correcto aunque no tenga tanto lucimiento en esta ocasión, por más que su nombre esté en el título. La sorpresa de Gal Gadot como la amazona Wonder Woman deja gusto a poco, porque es un placer verla en pantalla dándolo todo pero a su vez está pobremente utilizada como conductora hacia el descubrimiento de la etapa siguiente de la Liga. Y el otro punto, el subtítulo Dawn of Justice también le queda grande a la película, porque con un par de escenas mínimas se sacan de encima esa carga de introducir a los nuevos personajes, y ya. Está más que claro que no hay tiempo suficiente para que cada uno de los nuevos integrantes tenga su film antes de la primera parte de Justice League- sólo Wonder Woman tendrá ese honor - pero si ésta es la manera de presentarlos, es una bastante pobre, que no alcanza para saciar las ganas que habían generado.
Batman v Superman necesitaba lograr lo imposible y, durante el último tiempo, todo parecía indicar que estábamos ante un evento cinematográfico absoluto. Pero en el camino se fueron agregando tantas cosas que las ansias de competir contra el coloso de Marvel -que también tambaleó de tan grande que es con Age of Ultron- le jugaron en contra y el resultado es la indiferencia que puede llegar a generar este esperado enfrentamiento. No es una mala película, pero dista mucho de ser esa grandiosa que nos hicieron pensar que sería. El último film de Snyder tiene muchas cosas positivas para destacar, pero el apuro generalizado se lleva lo mejor que tiene para ofrecer. Quizás haya más suerte con lo descontracturada que se ve Suicide Squad, el próximo agosto.