Batman y Superman inician…algo, no sabemos qué
En algún momento a la gente de Marvel se le ocurrió eso del Universo Cinemático, que a veces parece la mejor idea de la historia, y otras parece la peor idea de la historia. Lo que hay que reconocerle a este estudio es que, a pesar de los desniveles narrativos y la acumulación de tramas por doquier, no deja de tener una visión bien delineada, lo que le ha permitido balancear el drama con la comedia -sumando mucho de intriga política- con fluidez y seguridad. Pero para eso hizo falta tiempo, convicción y hasta arrojo, algo de lo que todavía carece el universo cinematográfico de DC y Warner, teniendo en cuenta lo visto en El hombre de acero -a pesar de los elementos interesantes que presentaba vinculados al destino del héroe y sus elecciones que tomaba como ser humano- y ahora Batman vs Superman: el origen de la justicia.
Ya desde el comienzo el film dirigido por Zack Snyder y escrito por Chris Terrio -quien está lejos de repetir los méritos de Argo- evidencia problemas y contradicciones narrativas, volviendo a indagar innecesariamente en los traumas infantiles de Bruce Wayne (focalizados en el asesinato de sus padres) que lo llevaron a ser Batman, lo que incluye la escenificación de un sueño que es de todo menos poética. Sin embargo, a continuación viene la que probablemente sea la mejor secuencia de la película, donde se ve todo lo ocurrido en el monumental enfrentamiento final de El hombre de acero entre Superman y Zod desde la perspectiva terrenal de Wayne junto al resto de los pobres mortales. En una ciudad en completo caos, con todo cayéndose a pedazos y gente inocente muriendo, podemos entender en buena medida el origen del resentimiento y los temores de Wayne/Batman para con esa figura endiosada que es Superman.
Pero ese es el único momento donde podemos conectar con el film, sus protagonistas y los conflictos que despliega. Y eso que Batman vs Superman: el origen de la justicia utiliza dos horas y media, muchísimos personajes y múltiples subtramas, y aún así… nada. Hay muchas referencias políticas, alegorías de todo tipo y simbolismos por doquier, pero es todo un collage que al final resulta puro ruido. A cada minuto, a cada plano, se percibe que la película sabe qué quiere contar, pero nunca cómo contarlo. Y es por eso que sólo puede sostenerse desde la referencia y el capricho: hay fragmentos indudablemente asociables a cómics como El regreso del caballero oscuro o La muerte de Superman; conceptos vinculados a los juegos Batman: Arkham; un molde de base que es el oscuro y realista Batman de Christopher Nolan; y claro, toda una serie de indicios que preanuncian no sólo lo que va a ser La liga de la justicia, sino también las películas individuales de la Mujer Maravilla, Aquaman, Cyborg y Flash. Lo que falta es una base fundante sólida para el enfrentamiento entre Batman y Superman, que sólo termina desatándose por la arbitrariedad del guión: si uno se pone a pensar mínimamente la causa del choque de titanes, resulta de lo más estúpida y antojadiza, y aún más la resolución. Hasta dan ganas de decirles “che, acuérdense que todo se soluciona hablando, no es necesario matarse a piñas”.
Y aunque es cierto que Henry Cavill, Ben Affleck, Gal Gadot y Jeremy Irons encuentran los tonos apropiados en sus interpretaciones de Superman, Batman, la Mujer Maravilla y Alfred, respectivamente -los dos últimos merecían más tiempo en pantalla, pero sus personajes no tienen verdadero asidero dentro de la narración-, el que mejor refleja (para mal) el espíritu y la esencia de Batman vs Superman: el origen de la justicia a través de su performance es Jesse Eisenberg, cuyo Lex Luthor es una mescolanza indigesta de su Marc Zuckerberg en Red social, algo del Guasón de Heath Ledger y todos los psicópatas de la historia del cine. Desbordado por completo pero sin una verdadera composición actoral, lo de Eisenberg es como el Les Grossman encarnado por Tom Cruise en Una guerra de película, pero sin nada de lo divertido, con lo que termina siendo un villano entre irritante y aburrido, que encima no tiene motivación reconocible.
Pesada desde lo audiovisual pero flaca en su estructura conflictiva, Batman vs Superman: el origen de la justicia es un comienzo muy poco apropiado para el Universo DC. Es una película sin alma, demasiado preocupada por complacer y sin libertad narrativa como para entregar algo propio y genuino. De ahí que se establezca la siguiente paradoja: el gran villano del film es el film mismo.