Esta oscura y atrapante versión de la saga de Bruce Wayne toma las características del policial negro para mostrar a Batman investigando una serie de crímenes que tienen lugar en Gotham City. Con Robert Pattinson, Zoë Kravitz, Jeffrey Wright, John Turturro, Andy Serkis, Paul Dano y Colin Farrell.
El más oscuro, traumado e introspectivo de los ¿super?-héroes tiene una película hecha a su medida en THE BATMAN, la lectura de Matt Reeves de este clásico personaje de DC Cómics. Un combo en tono de film noir que abreva en las películas de detectives, en los thrillers de asesinos seriales y en el cine de intriga política de los años ‘70, la nueva saga de aventuras del mítico vengador nocturno se despega bastante de lo que se viene practicando en las adaptaciones de personajes clásicos de cómics al cine para optar por un registro grave y adusto, tan severo como violento.
El film de Reeves es opresivo y perturbador aún si se lo compara con las anteriores adaptaciones al cine de este mismo personaje, incluyendo las de Christopher Nolan. Con una iluminación permanente de club nocturno –el sol nunca alcanza a salir y hasta los interiores de los departamentos parecen tener un problema de tensión lumínica–, THE BATMAN traza el recorrido del joven Bruce Wayne de vengador a héroe, de violento justiciero urbano a algo así como un reacio salvador de Gotham City, una ciudad podrida desde sus cimientos en la que no parece haber esperanza alguna.
Con sus tres horas de duración –que son excesivas en función de los giros de la historia pero jamás pesan en cuanto a su ritmo narrativo–, la película del director de LET ME IN puede ser sombría y amarga pero casi nunca es solemne. Al contrario. Reeves es un director que no se enamora de su estética sino que la utiliza en función de las necesidades y de la lógica de su protagonista, un tipo solitario y traumado que Robert Pattinson interpreta –en los pocos momentos en los que está sin su traje– como una suerte de depresiva estrella de rock, una mezcla de Trent Reznor y Kurt Cobain, comparación que el tono de la película y su música (“Something in the Way”, de Nirvana, y sus variantes) acrecientan. Es Batman como un emo treintañero, alguien que todavía tiene que hacer la transición entre el adolescente enojado y el adulto capaz de utilizar toda esa furia para fines un tanto más nobles.
Es una película pesadillesca y personal, que raramente utiliza los efectos y efectismos del cine de superhéroes a la usanza –no hay eternas secuencias de acción, ni un guión verborrágico plagado de bromas y referencias a otros films– y que se mantiene lo más cerca posible al realismo que este tipo de universos permite. Gotham es una ciudad corrupta y en bancarrota, con una historia y un presente plagados de manejos turbios. En ella, Bruce Wayne en su versión enmascarada funciona primero como una siniestra criatura que aparece entre las sombras para lidiar con el crimen callejero de una manera más voluntarista y vengativa que otra cosa. Es Batman como Travis Bickle o Harry el Sucio, alguien que cree que puede “limpiar la ciudad” a razón de un elemento criminal por vez. Y a través de la trama detectivesca que lo irá involucrando se dará cuenta que el “elemento criminal” verdaderamente peligroso está en otro lado, mucho más arriba en la escala social.
THE BATMAN es una película de ritmo pausado pero propulsivo, de esas que avanzan sin prisas pero que tampoco se regodean en su grandilocuencia. De entrada, Reeves habilita un eje narrativo que corre junto a las vengativas desventuras nocturnas del protagonista, ya que hay una serie de crímenes políticos cometidos por un sujeto misterioso que deja raras adivinanzas al lado de sus víctimas dirigidas al mismísimo vigilante enmascarado. Así, de a poco, la película va acercándose al estilo de PECADOS CAPITALES o ZODIACO, referencias evidentes de su estructura en etapas. El criminal (ya todos saben que es The Riddler o El Acertijo) va ajusticiando, en la semana previa a las elecciones locales y de perversas y hasta sádicas maneras, a distintos personajes del mundo de la política, la mafia o la justicia. Y Batman, con la ayuda de su ladero Alfred (Andy Serkis) y su hombre de confianza en la policía, el Detective Gordon (Jeffrey Wright), va tratando de descifrar sus juegos de palabras (que no son muy elaborados que digamos y que los subtítulos al castellano no le hacen justicia) para descubrir sus motivos mientras intenta a la vez entender su obsesión por hacerlo partícipe, de alguna u otra manera, a él.
De a poco la película adquirirá otra dimensión, algo que su extensión le permitirá. Al ingresar más y más en la oscura historia de la ciudad y en su corrupto sistema político, THE BATMAN irá conectando con el clásico relato policíaco duro (Reeves debe haber revisado buena parte de la filmografía de Fritz Lang dentro del género, además de películas como BARRIO CHINO), de esos que utilizan los recursos del género para adentrarse en un sistema podrido desde sus raíces. La película incorporará entre sus personajes a un mafioso dueño de un club nocturno (John Turturro, con Colin Farrell como su “mano derecha” haciendo un personaje que ya todos saben cuál es) en el que, además de comercializarse una misteriosa droga en forma de gotas, los hombres fuertes de la política local van a pasar sus noches y manejar sus negocios turbios. Allí Batman conocerá a Selina Kyle (Zoë Kravitz), una chica que trabaja allí y que tiene su propia vendetta entre manos. Entre ellos habrá una conexión que pasará por sus intereses en común y por algunas costumbres privadas que empiezan por su gusto por los raros vestuarios y su relación un tanto curiosa con algunos animalitos.
Y si bien Bruce Wayne quizás sea el personaje más prototípicamente traumado de la cultura pop –por si no lo recuerdan, mataron a sus padres delante suyo cuando era niño, algo que por suerte el film no vuelve a repasar–, Reeves usa ese móvil de un modo proactivo, incorporándolo a la trama de la película de una manera lógica, hasta natural. A diferencia de JOKER –película con la que comparte varias cosas, incluyendo las referencias al cine de los ‘70– el realizador aquí no se regodea en los desórdenes mentales de sus protagonistas para armar con eso un freak-show. Lo que hace es trasladar esa perturbación psicológica a la estética de la propia película, oscureciendo todos sus márgenes, dándole a sus locaciones una atmósfera pesadillesca y convirtiendo a sus edificios en verdaderos ejemplares de arquitectura gótica.
Quizás THE BATMAN no sea el éxito que sus productores esperan. Su densidad es por momentos angustiante, su compleja trama de corrupción política no es sencilla y el director de las dos últimas películas de la saga EL PLANETA DE LOS SIMIOS elige armar sus secuencias más fuertes (las famosas set pieces) más a partir del suspenso que desde los formatos de acción prototípicos del cine de superhéroes del siglo XXI. Sí, son tres horas de película pero el hombre jamás cae en esos eternos combates de videojuego tan usados por sus pares. Nada de eso. Acá todo eso se va en una trama que, sí, podría ser un tanto más sucinta y económica, pero que se mantiene dentro de una lógica y una plausibilidad que jamás tienen (ni buscan, en muchos casos) otros films del subgénero. Es un riesgo comercial, de eso no hay dudas, pero al verla es claro que se trata de esa película adulta que todos sabíamos que el universo DC merecía. Y si algún personaje podía dársela (o volver a dársela, ya que EL CABALLERO DE LA NOCHE también lo es) ese era Batman.
Un párrafo aparte merece el costado o la lectura política que se pueda hacer del film. Son tiempos en los que un personaje como Bruce Wayne y su alter-ego Batman –un millonario que se siente fuera del sistema y un vengador asqueado de la corrupción que lo rodea– puede bordear con cierto cinismo conspirativo que hoy es el motor de algunos sectores sociales. Pero el guión de Reeves y Peter Craig logra circunvalar bastante bien ese problema poniendo a la figura de Riddler (Paul Dano) como un representante de esa caótica forma de entender la acción política. No sé si el guión –que transcurre a lo largo de una semana electoral– fue modificado en función de los violentos eventos que tuvieron lugar en el Congreso estadounidense a principios de 2021, pero es inevitable ver en este BATMAN una metáfora de lo que sucede hoy en los Estados Unidos y también en el resto del mundo. Y el “viaje del héroe” que hace aquí el protagonista va claramente por ese lado, por recorrer un camino que lo saque de esa mentalidad vengativa y nihilista del principio y lo transforme en alguien capaz de darse cuenta de que, al final del más tenebroso de los túneles, se asoma una mínima luz de esperanza.