Grunge y noir.
La corrupción es moneda corriente en Ciudad Gótica. Entre las tinieblas emerge el hombre murciélago, aquel que trata de poner algo de orden en una sociedad caótica. Hay muchas formas de “ejercer justicia”, y Batman (Robert Pattinson) está a punto de descubrirlo. La oscuridad y la suciedad completan el cuadro de esta nueva versión del superhéroe, teñida de crímenes gore y que indaga su dolorosa historia familiar; el porqué de su huerfanidad.
Sin superpoderes, solo con una preparación física excepcional, Batman deambula por las calles atestadas de violencia; mientras que Bruce Wayne es un paria asocial, que se refugia en su castillo acompañado por una empleada y su mayordomo; ese personaje taciturno que se oculta bajo un traje y una máscara, lo tiene totalmente sometido. Hasta que aparece un psicópata, Acertijo (Paul Dano), producto de una sociedad enferma, que tratará de sacar a la luz los secretos más oscuros de la ciudad, pero de una forma siniestra.
Claro que Batman y Bruce Wayne están involucrados en esta seguidilla de crímenes, que nuestro superhéroe tratará de descifrar siguiendo las pistas cual detective aficionado. Ayudado por un oficial del departamento policial, y sumada la aparición de Catwoman (Zoë Kravitz), quien comparte un pasado muy parecido al murciélago, pero que está motivada por sus propios intereses. A pesar de ser una cinta pausada y algo estilizada, la narración no nos da respiro. Los múltiples acertijos del villano nos invitan a dilucidar las causas de estos asesinatos cruentos, al mejor estilo Saw.
Una suma de personajes confundidos, consecuencia de una ciudad dominada por el crimen organizado. Donde la desesperanza es rayana con la locura y la vida se torna angustiante y agotadora. ¿La verdad trae luz a estos personas deprimidas o psíquicamente inestables? No. Ciudad Gótica está inmersa en un bucle interminable de mentiras, secretos y violencia. Aquí las fronteras entre el mal y el bien se desvanecen y las motivaciones son vagas; apoyamos de forma vehemente esta visión diferente de nuestro (anti)héroe, que utiliza su traje no solo por protección, sino para esconderse de un pasado que le duele y le pesa; que se vuelve una adicción.