BOMBA DE ESTRUENDO
En un nuevo desesperado intento de recaudar varios millones, Hollywood une dos de sus tendencias más usadas en la actualidad: la de invasiones aliens y la de “adaptemos lo que sea”. Así sale a la superficie BATTLESHIP: BATALLA NAVAL (BATTLESHIP, 2012), una entretenida superproducción basada en el popular juego de mesa, que tiene la suerte de venir precedida por recientes películas y series de extraterrestres tan flojas como SKYLINE: LA INVASIÓN (2010), INVASIÓN DEL MUNDO: BATALLA: LOS ÁNGELES (2011) y “Falling Skies”. Es decir, nadie esperaba mucho de ella más que el solo hecho de divertir e impactar con sus efectos especiales y escenas de acción ¿Y qué creen? Eso es exactamente lo que hace. Después de todo, es lo nuevo de las dos compañías que nos trajeron la trilogía TRANSFORMERS.
Todo empieza cuando la NASA descubre que hay otro planeta muy similar al nuestro, donde podría haber vida extraterrestre. Por supuesto, se les ocurre armar un satélite para enviar una señal e intentar comunicarse. Lo que no sabían era que la respuesta que recibirían sería una invasión. Por otra parte, conocemos al protagonista de nuestra historia: Alex Hopper (Taylor “John Carter” Kitsch), uno de esos típicos rebeldes expertos en meterse en problemas y sin motivaciones, que se une a la marina por su hermano (Alexander “True Blood” Skarsgård) y aprende como ser un héroe al terminar capitaneando el único navío que le presentará batalla a los alienígenas. También hay una patética historia paralela con la novia de Hopper, un ex-soldado discapacitado y un nerd enfrentando a los extraterrestres en tierra firme, de la que ni siquiera voy a hablar porque es lo peor de este estreno.
BATTLESHIP: BATALLA NAVAL es una película grande, pero no una gran película. A nivel de humor, diálogos, progresión dramática y construcción de personajes, el guión de este nuevo tanque hollywoodense es del mismo calibre que la primera TRANSFORMERS (2007). Es decir, chistes fáciles, protagonistas chatísimos y una historia simple y muy predecible en la que Hasbro y Paramount Pictures volcaron toda su artillería pesada: destrucciones de ciudades, naves espaciales, explosiones de barcos y aviones, explosiones y más explosiones que valen la pena el precio de la entrada y del pochoclo. Esta película bien podría haber sido una de Michael Bay, pero al parecer estaba ocupado y los estudios llamaron a un muy buen imitador: Peter Berg (HANCOCK). Aun así, los elementos del cine “michaelbayniano” (Sí, acabo de inventar una palabra) están moderados. Hay buenas escenas de acción, pero todas duran necesario y tienen su razón de ser (¿Escuchaste, TRANSFORMERS: EL LADO OSCURO DE LA LUNA?); hay momentos de humor muy boludos, pero cuando la historia exige seriedad, hay seriedad; hay bellas mujeres (Rihanna y Brooklyn Decker, dos pésimas actrices a las que perdono por estar muy buenas), pero estas no se ponen en pelotas o arreglan motos en poses pornográficas solo porque el guión lo pide. Eso sí, la abundancia de patriotismo yankie en el último cuarto de película roza el ridículo, pero era de esperarse tratándose de un film que recibió un apoyo sin precedentes de la Marina de EE.UU., que aquí la hacen ver como el mejor trabajo del mundo y bien podría servir para convencer a nuevos reclutas.
Si quieren no pensar en nada más durante 131 minutos (así es, más de dos horas, pero se pasan rápido), anímense a ver BATTLESHIP: BATALLA NAVAL. Las escenas de los combates oceánicos son muy novedosas, los efectos especiales cumplen de manera sobresaliente, la banda sonora tiene toda la onda (desde AC/DC a Creedence Clearwater Revival), Kitsch se banca el protagonismo con simpatía, y la historia y los diseños de los alienígenas están mucho mejor pensados que en SKYLINE: LA INVASIÓN o INVASIÓN DEL MUNDO: BATALLA: LOS ÁNGELES. Tómenlo como algo malo o bueno, pero creo que hasta podría compararla –por el despliegue visual, el burdo patriotismo y el tipo de guión– con DÍA DE LA INDEPENDENCIA (INDEPENDENCE DAY, 1996), solo que nunca llegará a ser tan trascendente como la cinta de Roland Emmerich. Sé que es divertida, pero también sé que en uno o dos días voy a estar hablando de otra cosa. Porque, por mucho que entretenga, para algunos resultará difícil ignorar sus falencias. La calidad del guión es decepcionante, su visión sobre la guerra es muy naif, los geniales Skarsgård y Liam Neeson están completamente desperdiciados y, comparándola con otras grandes películas de extraterrestres recientes como SECTOR 9 (DISTRIC 9, 2009) o MONSTERS (2010), esta se queda muuuy atrás. Mi pensamiento final que les dejo es este: BATTLESHIP: BATALLA NAVAL es como una bomba de estruendo. Sube alto, explota fuerte e ilumina por un momento el cielo nocturno con muchas luces de colores que vemos con los ojos bien abiertos. Pero después de que termina, solo queda humo y nada más. Ahí es cuando decimos: “Traé otra”.