Ridiculez absoluta
Que quede claro, el nuevo film de Peter Berg (Malos pensamientos; Hancock) no aburre en casi ningún momento y en general sostiene un ritmo interesante, pero sólo si uno suspende el juicio racional y se abandona al mar de arbitrariedades, ridiculeces y estupideces planteados.
Se nos presenta la historia más o menos común de la invasión extraterrestre: a partir de un satélite de mucha potencia se envía una señal a un sector del espacio donde se supone que podría existir vida inteligente. Luego de un tiempo, unos extraterrestres de barba puntuda se presentan en la Tierra para terminar con todo. Una nave extraterrestre cae en Hawái justo cuando la Marina estadounidense está realizando ejercicios de combate y de este encuentro se arma la hecatombe. En la subtrama paralela se intenta contar el nacimiento del héroe del film a partir del personaje de Alex Hooper (Taylor Kitsch), un teniente canchero y rebelde que con el pretexto de una venganza escucha el “llamado del patriotismo”.
En plano de las actuaciones, digamos que van de lo regular a lo pobre: ninguno de los actores es lo suficientemente carismático como para sostener un poco el interés. Taylor Kitsch no demuestra talento, su personaje es, sin otras palabras para describirlo, un gil. Las dotes actorales de Rihanna son, digamos, pocas, y la participación de Liam Neeson, vergonzosa. El querido Liam aparece para decir un par de malos chistes y dar algunas órdenes intrascendentes en su carácter de almirante, sumando aproximadamente unos 15 minutos totales de aparición en pantalla. Para ver a Neeson conviene acercarse a El líder, que es una gran película aún en cartelera.
Decíamos que Battleship: batalla naval está mal actuada y que su guión es inexistente y que si existe es bastante estúpido. Pues bien, agreguémosle un patriotismo barato y superficial como sacado de Día de la independencia y una mirada complaciente y apologista de la milicia estadounidense y tenemos un cóctel bastante poco atractivo. Por si fuera poco, nos ofrece también algunas escenas de acción que aturden y no se entienden demasiado. Hay otras bien resueltas, pero en general predominan las imágenes confusas al mejor estilo Transformers.
Por último, luego del visionado de este mamotreto, da la sensación de que Peter Berg (que por antecedentes no es un mal director) es consciente de que estuvo filmando una pavada. Sin embargo, en el film no se explicita suficientemente algún nivel de autoconciencia que la convierta en algo más divertido y con algo de sentido del humor.
En suma, Battleship: batalla naval es una película ridícula, con algunos momentos divertidos, pero que se hunde en un caos ruidoso, arbitrario y olvidable.