Tras Los ángeles de Charlie, Starsky & Hutch, Los duques de Hazard, CHIPs, SWAT, Misión: Imposible, Comando especial, Brigada A y tantas otras series llevadas al cine, ahora es el turno de la película sobre este “clásico” playero de la pantalla chica.
Porque quiere ser demasiadas cosas a la vez o, peor, porque no sabe bien qué quiere ser Baywatch: Guardianes de la bahía es una comedia intrascendente, efímera, rápidamente olvidable.
Por momentos este nuevo film del director de Quiero matar a mi jefe y Ladrona de identidades parece apelar a los nostálgicos de la serie noventista (allí están los cameos de David Hasselhoff y Pamela Anderson para ratificarlo); en otros, resulta una propuesta pensada para adolescentes en la línea de la (ya no tan nueva) Nueva Comedia Americana sobre el despertar sexual con humor escatológico, vómitos, penes erectos (el gordito Ronnie que encarna Jon Bass, un novato que es seleccionado para el cuerpo de guardavidas, parece salido directamente de las huestes de Judd Apatow).
Pero, cuando Seth Gordon tenía todo servido para jugar al ridículo en la línea de, digamos, Magic Mike, el film opta por una trama policial sobre tráfico de drogas tan superficial como resuelta con torpeza. Incluso hay pasajes tan berretas que -siguiendo con la temática y la ambientación- remiten a la saga argentina de Los bañeros más locos del mundo.
Lo mejor de este innecesario regreso de Baywatch es el Mitch Buchannon de Dwayne Johnson, quien aporta nobleza y simpatía a una trama penosa dominada por parlamentos sobre el trabajo en equipo y el espíritu de cuerpo (en contraposición con el recién llegado Matt Brody que interpreta Zac Efron, un ex campeón olímpico de natación egocéntrico y fanfarrón). El resto es lo de siempre: esculturales cuerpos (masculinos y femeninos) corriendo en cámara lenta y con música épica de fondo por las playas cuando calienta el sol...