DEJEN DE HACER OLAS
La decadencia del séptimo arte comienza con películas como esta.
Hoy por hoy, Dwayne Johnson es uno de los actores más rentables y mejores pagos de Hollywood. Alguien debería decirle (de todo corazón) que no es necesario que agarre cualquier papel que se le cruce por el camino. Se puede decir que no y, más allá de que le tenga fe a un proyecto, se entiende que remakes como “Baywatch: Guardianes de la Bahía” (Baywatch, 2017) no vienen a aportar absolutamente nada a una industria que, por momentos, ni hace el esfuerzo.
Seth Gordon, director de “Quiero Matar a mi Jefe” (Horrible Bosses) y su secuela, ya demostró que es mucho mejor realizador cuando se trata de cosas como “The King of Kong” (2007) que estas comedias llenas de lugares comunes y escatología que parecen escritas por un nene de quince años que sólo sueña con tetas y chistes de penes.
Hasta esta premisa ya se volvió un estereotipo: comedia de acción con humor subidito de tono. “Baywatch” se apega a este concepto, pero claro que no funciona. Partamos de la base de un grupo de salvavidas dispuestos a todo para proteger sus playas, eso implica hacerse los detectives y salir a investigar el asesinato de un político conectado con un negociado de drogas y propiedades de la zona.
Este argumento es lo de menos, y una gran excusa para que The Rock se convierta en un pseudo superhéroe que salva el día. Mitch Buchannon (Johnson) es el teniente de la bahía, y es esa época del año donde se encarga de reclutar a otros jóvenes salvavidas para su equipo. Entre ellos está Matt Brody (Zac Efron), medallista olímpico caído en desgracia que no sigue las reglas y sólo le gusta lucirse. El choque constante entre los dos es inevitable, como los chistes repetitivos que dejan de tener gracia al tercer intento.
Lo que menos hacen estos “guardianes de la bahía” es, justamente, cuidar las playas y a los vacacionistas. Salvo un par de “rescates”, toda la película se centra en una trama policial llena de obviedades, donde es necesario disfrazarse, colarse en fiestas suntuosas, toquetear cadáveres y otras tantas cosas que no surten efecto.
Sí, chicos y chicas, no faltan las mujeres en traje de baño diminuto (porque al parecer así pueden nadar más rápido) corriendo en cámara lenta, ni los hombres de cuerpo torneado. El único ser “normal” en esta historia es el simpático gordito nerd (que sabe mucho de computadoras) que quiere convertirse en guardavidas para estar con la chica de sus sueños.
Entre los clichés, los estereotipos (elijan uno, hay de todo), unos efectos especiales de cuarta y chivos que dan vergüenza –¿hay necesidad de que Dwayne nos venda un teléfono celular en pantalla?-, “Baywatch” ni siquiera puede ser considerada una parodia de su hermana televisiva que, admitimos, no era gran cosa, pero cumplía sus propósito de entretener y ciertas normas de la TV de la década del noventa.
Lo bueno de todo esto es que el público (al menos el de Estados Unidos, que tiene más peso a la hora de las recaudaciones) se está empezando a avispar y ya no se traga cualquier cosa. Películas como esta o “CHIPS” (2017) terminaron en fracaso, demostrando que Hollywood necesita despojarse de sus fórmulas gastadas y replantearse varias cosas sobre sus blockbusters y el entretenimiento. Sacando un par de hits, los éxitos del 2017 se cuentan con los dedos de las manos, dando a entender que las franquicias/remakes/reboots no están proporcionando los frutos esperados y que, tal vez, se necesitan ideas originales (y mejor pensadas) para captar la atención de la audiencia.
Si nos conformamos con caca nos van a seguir ofreciendo caca. Y acá no se trata de si los chistes son buenos o malos, o si el humor no es para cualquiera, “Baywatch” es una película que no funciona porque no tiene nada que ofrecerle al siglo XXI más allá de muchas referencias pop tiradas al azar, escenas de acción planificadas en una servilleta y una historia donde las chicas son lindas y colaboran para que los muchachos corpulentos salven la bahía.