Un revival que se hunde
Para muchos espectadores que hoy rondan los 40 años, Baywatch es y será la serie protagonizada por ese actor que conocimos en otra serie llamada El Auto fantástico, donde corrían chicas de cuerpos esculturales en bickinis, entre los que se destacaba un símbolo sexual de aquella época, la blonda Pamela Anderson. Nada más que eso significaba para todos este show televisivo, donde lo que menos importaba era la historia policial detrás de cada capítulo. Todos esperaban a Pamela y no a David Hasselhoff, y mucho menos a su cuerpo de gimnasta mal terminado.
Sin embargo, hoy más que nunca Hollywood insiste en exprimir los jugos de la nostalgia sin importarle demasiado la fecha de vencimiento del producto para terminar intoxicándonos con esa falsa tendencia de recrear o “rebootear” elementos culturales norteamericanos que penetraron durante décadas desde la televisión en nuestra mente y que ahora requieren apenas de la docilidad del espectador nostálgico para revivir y someterse a otro público cautivo del que solamente necesitan la avidez por consumir entretenimiento de dudosa calidad.
Ni el carisma de Dwayne Johnson, ni sus guiños directos hacía los fans de la serie, levantan a este muerto antes de nacer intitulado Baywatch: Guardianes de la Bahía. Y eso se debe a dos enormes obstáculos que la película dirigida por Seth Gordon nunca supera: la falta de resolución en el tono elegido que no llega al de comedia de acción porque tiene poca acción y poca comedia en primer lugar, y en segundo porque este intento de reencuentro con la mística de la serie estaba bien en los 90s pero el mundo evoluciona y el homoerotismo latente ya no es sorpresa. Tampoco lo es la cosificación de la mujer y su rol de elemento decorativo en una película de machos alfa que se disputan el trono en la playa, a pesar de que en el camino se crucen con una villana, sexy pero un tanto torpe a la hora de ejecutar su maquiavélico plan privatizador de propiedades para introducir el mercado de la droga sintética sin otra arma de persuación que el dinero para corromper a enemigos de baja estofa.
Los cameos de David Hasselhoff y la ya mencionada Pamela Anderson dan vergüenza y el humor autorreferencial cansa como las morisquetas de Zac Efron y las ridiculeces de un personaje secundario, gordito y simpático, que opera como alivio cómico cada vez que la película se sumerge en la mediocridad y parece reflotar a fuerza de chistes fáciles y efectivos.
Si CHIPS, Patrulla Motorizada tuvo su película hace apenas unos meses ¿por qué Baywatch iba a ser la excepción a la regla para evitarnos la tortura?