Los cuatro fantásticos... de Oslo
Oslo, 1965. Pleno furor de los Beatles y de fuerte cambios sociales. Kim tiene 14 años y en el colegio tiene que escribir una suerte de ensayo sobre modelos e influencias. Esa redacción (termina escribiendo casi una novela) sirve como excusa para una estructura de relato enmarcado, que tendrá a sus experiencias adolescentes y las de sus tres mejores amigos Ola, Gunnar y Seb (y a su pasión compartida por los Fab Four de Liverpool, claro) como ejes principales.
Sí, los cuatro muchachos escuchan extasiados Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, imitan a John, Paul, George y Ringo, y hasta intentan armar una banda propia, The Snafus, con la idea de convertirse en estrellas como sus admirados referentes. Pero hasta ahí llegan las cosas. Quien crea que Beatles es algo así como un rockumental o una biopic sobre el grupo más importante de la historia de la música se llevará una absoluta decepción.
La película (noruega) de Peter Flinth (danés) es, sobre todo, un relato de iniciación, un retrato sobre el despertar sexual, sobre los códigos de lealtad e identificación, las inocencias, contradicciones e inseguridades de unos chicos que crecen en un contexto que confronta a padres represivos con movimientos de protesta por la ampliación de los derechos civiles y contra el expansionismo bélico de las grandes potencias.
El film propone las típicas situaciones de ensayo y error, de probar, de caer en excesos, de tensar los límites, tan propias de esa etapa de la vida llena de descubrimientos, pero también de decepciones y frustraciones. En sus mejores momentos lo hace con sensibilidad y humor (en la línea de Casi famosos o Cuenta conmigo); en otros, resulta demasiado sentimental y estereotipado (como Tango feroz, digamos), pero por suerte hay bastante más de los primero que de lo segundo. Un más que atractivo estreno de una cinematografía poco frecuente en la cartelera comercial argentina.