Consagrado como un gran director de terror con solo dos películas en su haber, “Hereditary” (2018) y “Midsommar” (2021), el neoyorkino Ari Aster adquirió estirpe de autor de culto de modo casi inmediato. Consumando el inagotable embrujo sobre sus incondicionales fans, regresa a la gran pantalla con una infernal odisea freudiana extra large. Luego de ver trunco su plan de ser estrenada en el último Festival de Cannes, “Beau Tiene Miedo”, producida por la ascendente A24, arriba a las salas no despojada de cierto escepticismo. El presente es un film concebido para fans acérrimos.
Escrita en 2014 (anteriormente titulado “Dissapointment Boulevard”), fue pensada para ser la ópera prima de Aster. Curiosamente, y por los extraños designios de la creación, el producto acaba siendo terminado casi una década después. Inspirado en ciertas atmosferas, ideas y ritmos visuales provenientes del cortometraje de su autoría “Beau” (dado a conocer en 2011 y del cual difiere en absoluto su desenlace), Aster coloca en el centro del desbordante relato a un protagonista que evidencia ansias, temores e inseguridades bien concretas. Cambiando rotundamente de registro respecto a sus anteriores criaturas enmarcadas en el género de su preferencia, se aboca en su tercer opus en explorar el mundo de los sueños, penetrando el inconsciente de su perturbado personaje principal.
En pos de desentrañar su conducta y comportamiento, nos adentramos en la cosmovisión de un autor que rebasa todo límite y no teme en rozar el colmo del sinsentido. A primera vista encontramos la indeleble huella de autor presente en el film. El factor maternal ha marcado, de modo innegable, la breve pero contundente obra del cineasta; la presencia femenina se asume como polémica y discordante en el retrato aquí pergeñado. Aster, salvaje por naturaleza y quien acuñara el terror elevado del modo más perturbador, trae consigo un par de marcas de la casa: una puesta en escena elaborada y una simbología sobrecargada son la exacta medida y molde de forma adaptándose a contenido. Un mordaz y desbordante análisis psicológico prima en esta comedia negra sazonada con toques kafkianos. Llamativamente, hacia la segunda mitad del metraje, su forma muta extrañamente en un absurdo felliniano de lo más abstracto y difícil de asimilar.
A veinticuatro fotogramas por segundo, Aster lleva a cabo la realización de una gigantesca y desaforada pesadilla, depositando en el talento del enorme y magnético Joaquin Phoenix gran parte de la suerte de un film excesivo por naturaleza. El presente del protagonista del relato es francamente desolador: anulado por la sociedad moderna y por la figura de su castradora madre, se resguarda en la seguridad de su apartamento, mientras afuera, en las calles, el crimen, la gente desquiciada y la violencia reinan a sus anchas. Fuera de su zona de confort, lo aguardan aventuras dispuestas a atormentarlo más pronto que tarde. Frustrado sexualmente, establece una compleja relación con su progenitora. La premisa justa para burlarse de aquel personaje que encasilla: ¿hasta dónde puede llegar el cariño de mamá? ¿sería capaz de quitarle la vida a la mujer que se la otorgó?
Menos no es más en manos del ambicioso director; un cúmulo de buenas ideas originales acaban siendo víctimas de la misma pretensión, porque la víctima que siempre es carne de cañón y a su encuentro acude Aster, para despedazarla. Hasta el agotamiento intelectual, disemina miedos extremos y elevados a la enésima potencia. Metáforas de la sobreprotección y la manipulación resultan la preferencia simbolista, a lo largo de tres horas de metraje escurridas entre significantes. Somos testigos del monumental viaje físico y espiritual que realiza el perturbado Beau, camino a enfrentarse con sus peores amenazas. Un cuadro psicológico de dimensiones paroxísticas, se asemeja a una probable cruza entre David Lynch y Darren Aronofsky. De fondo, la pintura deja ver matices del tenebroso cuadro de situación de la sociedad americana. Ante nuestros ojos se desarrolla la obra audiovisual más desconcertante del año.
La exageración cómica es el registro utilizado a la hora de visibilizar los problemas que atraviesa un inadaptado social rumbo a emprender el regreso a casa más siniestro y trastornado que podamos imaginar. Aster no deja detalle librado al azar, cumpliendo con su condición de esteta: la parafernalia visual es potenciada como telón de fondo para exponer la mala salud mental. Su desarrollado gusto artístico integra animación con realidad. Intuitivo, estudia los espacios de modo brillante. Puede que acabe dando una lección de cine y consumando una broma pesada a la vez. Puede que ni uno ni lo otro. El resultado es una pieza de autor autoconsciente de su capricho, y que no porta manual de instrucciones para ser decodificada.