Es un film desconcertante. Por un lado tremendamente conmovedor, basado en dos libros de memorias, la de un padre y la de su hijo (David y Nick Sheff), que podrían haber vivido en un mundo ideal y la droga los hace descender a los infiernos. Pero si bien se refleja con exactitud ese eterno recaer una y otra vez en las adicciones, con la muchas veces impotente acción de las rehabilitaciones, no hay una profundización en la relación padre e hijo que indague mas sobre sus tormentos interiores. No se logra una verdadera emoción y empatía con lo que sucede. Se observa, esta bien hecha, pero no se llega a un desarrollo que implique una adhesión emocional o intelectual. Esta el padre en un conmovedor Steve Carrell, que sin embargo no se juega del todo en su personaje, cumple, no indaga. Y esta el trabajo conmovedor, brillante de un joven actor que por si solo hace que uno vea esta película; Se trata de Thimothée Chalamet (el mismo de “Llámame por tu nombre”) que tiene entre sus manos esos roles que los actores aman, y el cumple con el lado encantador de un joven de l8 años que se anoto en seis universidades y las seis la adoptaron, pero que es un adicto a las metanfetaminas y recae una y otra vez. Y se transforma en un chico perdido en su felicidad de drogas que lo degradan. Por él esta película vale.