Hay que reconocerle a Brad Pitt que sabe seducir como nadie a los miembros de la industria de Hollywood.
Las tres producciones que estrenó durante el año pasado en Estados Unidos con su compañía Plan B Entertainment, El vicepresidente, If Beale Street Could Talk y Beautiful Boy, terminaron con nominaciones en diversas competencias.
Tres proyectos que trabajan propuestas argumentales muy diferentes y están unidas por un punto en común.
Son películas que piden a gritos reconocimientos en las temporadas de premios y parecen concebidas con ese propósito.
Esto no desmerece por supuesto sus virtudes pero es fácil entender por qué son tan consideradas por los jurados de estos eventos.
En el caso de Beautiful Boy sin ir más lejos le sobran escenas que parecen los típicos clips que repasan las producciones destacadas en la ceremonia del Oscar.
Hace unos años se había anunciado esta película como un proyecto de Cameron Crowe, quien inclusive llego a escribir el guión basado en los artículos del periodista del New York Times, David Sheff, sobre la adicción a las drogas de su hijo.
Lamentablemente la versión del director de Jerry Maguire no prosperó y Brad Pitt consiguió los derechos de la historia, cuya adaptación delegó en el belga Félix Van Groenigen.
En su debut hollywoodense el realizador europeo presenta una película que hace poco por brindar una visión fresca u original a la explotada temática de las adicciones, que tienen centenares de antecedentes en el cine.
Honestamente el relato de Beautiful Boy no ofrece nada de especial que no se pueda encontrar semanalmente en cualquier producción del canal Lifetime, los reyes absolutos del melodrama lacrimógeno.
Dentro del reparto Steve Carrell y Thimothée Chalamet (Call me By Your Name) construyen una relación padre e hijo interesante que despierta empatía por las diversas etapas que atraviesan y sus interpretaciones constituyen el principal gancho del film.
Maura Tierney y Amy Ryan como las mujeres del personaje de Carrell están correctas pero no llegan a tener espacio en la trama para aportar algo relevante.
La película tiene sus buenas intenciones y retrata que los chicos consentidos de clase media alta también pueden resultar víctimas de esta enfermedad. El eje del conflicto reside especialmente en la impotencia que vive un padre frente a la adicción de un ser querido.
Sin embargo, no se percibe en esta producción ninguna característica notable que justifique la exageración en sus elogios.
Por otra parte, la construcción del conflicto que propone el director belga no es muy buena.
Van Groeningen opta por una narración no lineal plagada de flashbacks, muchos de los cuales son absolutamente intrascendentes e ignora cuestiones importantes de esta historia.
Nunca llegamos a ver los cambios radicales que producen en el cuerpo y el organismo la adicción a la heroína que tiene el personaje de Chalamet, quien luce impecable durante todo el relato.
Las razones por la que un joven que lleva una vida privilegiada termina siendo víctima de una enfermedad de este tipo es un conflicto interesante que tampoco se explora en profundidad.
Beautiful Boy es una película que a través de la corrección política presenta una interpretación bastante aséptica de estos hechos con la manipulación necesaria para hacer llorar al público.
Seguramente habrá gente que se enganche con esto y es respetable, pero a la hora de escoger una buena opción para el cine me cuesta recomendar una propuesta de este tipo que se encuentra con facilidad todos los días en cualquier canal de cable.