Timothée Chalamet y Steve Carell son un padre y un hijo que dejan todo en la cancha en esta historia basada en hechos reales. Lástima que con eso solo no nos alcanza.
La temporada cinematográfica 2018-2019 se empecinó demasiado en historias de padres y madres que deben afrontar los defectos y adicciones de sus queridos hijos. Mientras el estreno de “Regresa a Mi” (Ben Is Back, 2018) se sigue posponiendo, nos llega “Beautiful Boy: Siempre serás mi Hijo” (Beautiful Boy, 2018), basada en hechos reales; pero a pesar de sus tramas lacrimógenas y los elogios que recibieron las actuaciones de sus protagonistas, la Academia se mostró inmune ante estos dramas desgarradores y los dejaron con las manos vacías a la hora de las nominaciones.
No podemos opinar sobre la película de Julia Roberts y Lucas Hedges, pero nos cuesta entender por qué Timothée Chalamet y Steve Carell quedaron afuera de las categorías actorales. Suponemos que a Steve no le perdonan su pasado humorístico, pero pensábamos que había romance con el joven Timmy después del suceso de “Llámame por tu Nombre” (Call Me by Your Name, 2017). Obviamente, nos equivocamos. Dejando estos detalles de lado, que tienen más que ver con el azar y cuestiones políticas de la industria, y cada vez menos con las destrezas artísticas de los involucrados, la dupla de intérpretes es el verdadero sostén de esta historia dirigida por Felix van Groeningen, un realizador belga con muchas películas chiquitas en su haber.
Acá, las verdaderas estrellas son David y Nic Sheff, padre e hijo interpretados por Carell y Chalamet, que volcaron todas su experiencias personales en sus respectivas memorias, “Beautiful Boy: A Father's Journey Through His Son's Addiction” y “Tweak: Growing Up on Methamphetamines”, en las que Luke Davies y Groeningen basaron su guión.
Esos títulos autobiográficos dejan el panorama bastante claro, y tiran un poco de luz sobre lo que nos vamos a encontrar en “Beautiful Boy”, un drama tan autodestructivo como “Adiós a Las Vegas” (Leaving Las Vegas, 1995), sin el trágico final de Ben Sanderson -no es spoiler gente, Nic escribió un libro al respecto-, ni las destrezas narrativas de Mike Figgis.
La película de Groeningen es un tanto desprolija y repetitiva, concentrándose en el punto de vista de David Sheff (Carell), escritor y colaborador del New York Times, que trata de encontrar las herramientas necesarias para ayudar a su hijo, adicto a varias sustancias. El punto de inflexión llega cuando Nic se ausenta varios días de la casa que comparte con su papá, su segunda esposa Karen (Maura Tierney) y sus dos pequeños hermanastros, dejando al descubierto sus verdaderos problemas y la necesidad de encontrar una solución antes de que sea demasiado tarde.
A partir de acá, la historia cae en un relato cíclico de rehabilitaciones, recaídas, encuentros y desencuentros entre padre e hijo, la intervención de una madre ausente (Amy Ryan) que no sabe cómo lidiar con su pequeño, y un joven talentoso que no puede escapar de esta espiral destructiva, para él y todos los que lo rodean.
Tan lindo el nene
Como espectadores, sólo nos queda ser testigos de este drama familiar sin poder hacer nada al respecto, como el propio David que, en un punto, decide bajar los brazos y sentarse a esperar esa llamada tan temida para cualquier padre. El realizador nos deja todo el tiempo en vilo, augurando lo peor a lo largo de dos horas. Este “recurso” va perdiendo fuerza con cada escena, y un poco nos desensibiliza en cuanto a las desventuras de Nic, que nunca encuentra esa pequeña luz al final del túnel.
Ojo, lo de Chalamet es soberbio y sabe cómo transmitir su desgarradora lucha interna. Ante nuestros ojos, vemos que ese “nene hermoso” se va desintegrando y se convierte en una sombra de sí mismo. Pero lo mejor (queremos ser positivos), es que los guionistas ponen el acento en cómo estás conductas afectan también a las familias, que empiezan a enlutarse, incluso antes de la muerte física de sus seres queridos.
Este es el enfoque más interesante de “Beautiful Boy”, una película con un gran elenco -lo de Tierney, aunque breve, también es para aplaudir-, pero desordenada desde su narración y presentación. Groeningen nos lleva por el pasado y el presente (aunque los tiempos no son los de los hechos verdaderos), mezclando los recuerdos de épocas más felices, y sumando extrañas elecciones musicales.
Papá corazón
La historia se nos presenta como un recuento difuso de las distintas etapas de esta relación entre padre e hijo, desde el divorcio y los viajes entre la casa de papá y mamá, San Francisco y Los Ángeles, y los encuentros y desencuentros que vivieron después, cuando Nic ya estaba preso de las drogas, y aún peor, la metanfetamina, una sustancia que afecta los conectores cerebrales como ninguna otra.
En resumen, “Beautiful Boy” es un nuevo vehículo para que los verdaderos protagonistas puedan seguir exorcizando estas experiencias y, tal vez, ayudar a otros a entender por lo que pasan sus seres más queridos. Claro que también es la excusa perfecta para que Carell y Chalamet demuestren sus talentos y se luzcan como nunca delante de la cámara, aunque no haya votantes dispuestos a reconocerlos.