Beautiful Boy: Dolor incondicional.
Con espíritu de época de premios, esta adaptación de las memorias conjuntas de padre e hijo contra las adicciones pone en el foco un gran elenco y una lucha diaria de por vida.
En los alrededores de las fiestas y las semanas que rodean a los Oscars suelen encontrarse gran cantidad de películas que parecen creadas con el fin de ganar nominaciones y presencia en aquellos premios. Afortunadamente siempre hay alguna que más allá de lo que aparenta a simple vista, ofrece una visión mucho más profunda que la de un intento de plástico para vestirse de traje y adorar hombrecitos de oro.
Steve Carrell y Timothée Chalamet protagonizan a dúo esta adaptación de las memorias compartidas de padre e hijo sobre el duro y eterno camino contra las adicciones. A pesar de lo que uno podría esperar de un producto de menor calidad, no ofrece explosiones melodramáticas. Sino que elige mantener un grado de dramatismo muy realista que apunta más a la pesadez de un padre intentando vivir su vida sabiendo que su hijo esta en algún lugar sufriendo con las drogas, que a monólogos bajo la lluvia para ilustrar nominaciones en los Oscars.
Aunque hay que aclarar, que a pesar de que hay bastantes cosas que aplaudir en esta producción, la película en su totalidad termina siendo una experiencia que se queda un tanto corta del potencial dramático de su material. La estructura, tono y decisiones narrativas son más que interesantes pero no hay nada especialmente destacable más allá del todo, ningún elemento es realmente excepcional. Quizás el elemento que más podamos destacar es el guion, gracias a que la muy buena dirección del belga Felix van Groeningen. él entiende a la perfección que su rol debía rendirse ante las palabras que co-guionó junto a Luke Davies (Life de 2015 y Lion de 2016). La estructura creada por el guion sumado a esta dirección tan sobria y controlada le permiten a los grandes actores entregar interpretaciones de alto nivel.
De todas maneras, termina siendo un gran film sobre adicciones desde una perspectiva no explotada: la de un padre. Definitivamente se trata de una cinta particularmente fuerte apuntada a aquellos con hijos, que saben el potencial sufrimiento que significa dedicarle su vida a otra persona. El film tiene reducidos, aunque para nada minúsculos, roles para las madres. Pero es el rol de padre que encapsula a la perfección Carrell el verdadero motor emotivo de la película. La narrativa en general logra reflejar las dificultades y los temores que pueden tener los padres llevándolos a una situación tan limite y difícil como esta. Tan excepcional como mundana para las miles y miles de familias que lidian con las adicciones todos los días.
Es la primera cinta en idioma inglés para Groeningen, y sin dudas muestra toda la capacidad que tiene como cineasta. Encuentra potencia supraterrenal en ese drama tan mundano, y jamás recurre al melodrama, moneda corriente en otros ejemplos del género. Es una historia de adicciones centrada en una perspectiva todavía por explotar, y que con una voz propia logra colocarse con total justicia por delante de opciones mucho más pochocleras.
Para sus productores, que claramente tenían expectativas de estatuillas, seguramente sea un fracaso al no haber conseguido ninguna nominación. Pero afortunadamente para nosotros los espectadores es un triunfo con el que realmente vale la pena sufrir.