Un tropezón y la recaída
Beautiful Boy: A Father’s Journey Through His Son’s Addiction (2008), libro escrito por David Sheff, y Tweak: Growing Up on Methamphetamines (2008), de Nic Sheff fueron una de las raíces que originó este proyecto a cargo del belga Felix van Groeningen, quien junto al guionista Luke Davies y la presencia magnética de Steve Carell, junto a la revelación Timothée Chalamet, consiguen plasmar en pantalla otro relato sobre dependencia y adicciones a drogas duras, con sensibilidad y dotado de espesura dramática que no requiere del golpe bajo para llegar a lo más hondo del espectador.
En Beautiful Boy queda manifiesta la utilización del material con fines dramáticos pero no del género drama per sé sino del término narrativo. La estructura se monta sobre el andamiaje del vaivén de tiempos, flashbacks y flashforward veloces en medio de un proceso que marca la dialéctica del adicto adolescente, sus recaídas constantes y esos momentos críticos donde la dependencia de la meta anfetamina -o su variable la heroína inyectable- invaden el entorno, el contexto y aleja toda chance de recuperación a partir del contacto con unos padres preocupados, separados eso sí como matrimonio pero siempre unidos en una causa común: la recuperación de Nick y la contención que escapa a las normas de las terapias de rehabilitación o a los centros de recuperación de los cuales el muchacho descree y escapa con asiduidad.
Los límites de esta propuesta recaen en la premisa de la adicción y a pesar de no ser original en su planteo, la trama aumenta los niveles de angustia de David Scheff, en la vida real periodista del New York Times.
Sin más ambiciones que la del retrato basado en hechos reales, el film del realizador belga es un prolijo y contundente muestrario de uno de los flagelos actuales que atraviesan los jóvenes de clase media norteamericanos y que amenaza con extenderse mientras el mundo actual y sus realidades hacia la adultez no le generen siquiera una pizca de interés por el valor de la vida y la familia como único sostén ante los miedos y angustias existenciales propias de una edad difícil.