Buenos ingredientes, un plato fallido
“No hay nada más aburrido que un joven tonto.” Es una lástima que una película que a los quince minutos espeta una línea de diálogo tan cargada de verdad ponga todas las herramientas cinematográficas al servicio de su refutación. Porque Georges Duroy, protagonista absoluto de Bel Ami, tiene muy poco de la seducción que promete el subtítulo local. Quizá sea por la parálisis facial y la consecuente imposibilidad de transmitir una mínima expresión del siempre desangelado Robert Pattinson, quien sigue en su cruzada por despegarse de la abulia sufriente del vampirito de la saga Crepúsculo (basta ver en estas mismas páginas la crítica del estreno más importante de la semana para comprobarlo). Pero ése no es el problema. O al menos no el único, ya que hay otro de carácter si se quiere germinal: la guionista Rachel Bennette y los directores Declan Donnellan y Nick Ormerod pretenden contar una historia atravesada por la pasión sin siquiera atisbarla.
Basada en una novela de Guy de Maupassant, la primera película de la dupla inglesa se ambienta en París a fines del siglo XIX. Veterano de la reciente guerra con Argelia, solitario y sin un franco partido al medio en el bolsillo, Duroy vagabundea por los burlesques hasta que tiene la suerte de cruzarse con un ex compañero de batalla, quien luego de compadecerse lo invita a cenar. La mesa será compartida con tres mujeres de alta alcurnia, menos influyentes por méritos propios que por el rótulo de “esposa de”. No llegan a los postres y el galancete, ávido de poder y dinero, ya les tiró los perros a todas y cada una de ellas. La primera que cae es Clotilde, madre estoica con el porte eternamente aniñado de Christina Ricci, cuya sensibilidad la ubica como la única integrante del cuarteto protagónico que parece creer en su personaje y en lo que se está contando. Después vendrá la mujer del compañero de trinchera de Duroy y autora de la frase del principio, Madeleine (Uma Thurman), quien pasa de un no terminante a un sí festivo en apenas segundos. El último turno será para Virginie, esposa aplomada, tímida y conservadora, interpretada por una Kristin Scott Thomas en plan de trabajar para llegar a fin de mes.
El planteo inicial de Bel Ami promete una triangulación entre ambición, poder y sexo. Combo que, así escrito, promete. Pero para cumplir con las expectativas sería necesario saber qué hacer con esos ingredientes y cómo combinarlos. Se trata, en fin, de tener en claro qué se quiere contar. Y ni siquiera la misma película parece conocer su destino. Porque la guerra y el colonialismo decimonónico son apenas excusas argumentales, evadiendo así cualquier tipo de connotación política. Porque el poder de la prensa no supera el estereotipo. Y, último y no menos importante, porque si el personaje central tiene una capacidad extraordinaria para la seducción, el levante y el sexo, deberían explicárselo a quien lo interpreta. Robert Pattinson, teléfono.