(Anexo de crítica)
Pocas veces tenemos la posibilidad de, en una misma semana poder "apreciar” por partida doble de las dotes interpretativas de un actor, menos si en ambos casos es protagonista absoluto, y menos aún si muchos interesados en el cine (comercial) tienen los ojos puestos en el futuro de este actor que hasta ahora sólo ha sido reconocido por una saga exitosa. La realidad es que, en esta semana tenemos Robert Pattinson por dos (¡y la semana próxima vuelve con la culminación de Crepúsculo!), y comparando ambas películas podemos decir que en cada una toma los dos caminos obvios posibles, el de seguir perpetrándose como sex symbol, o el de arriesgarse para ser considerado seriamente como actor. Bel Ami, es la primera de las opciones.
Basada (bastante libremente) en una novela clásica homónima de Guy de Maupassant, se nos relata la historia de Georges Duroy (Pattinson), quien se instala en París regresando de la guerra en Argelia. Decidido a convertirse en un exitoso (económicamente hablando) periodista para mejorar sus cuentas en rojo, prontamente descubre la falta absoluta de talento; y al no estar dispuesto a formarse adecuadamente, inmediatamente descubre otra cosa, la virtud de su belleza. Duroys mantendrá contactos y affaires con determinadas mujeres que lo ayudarán en su cometido de ingresar en las altas esferas de la sociedad y si se puede, ser periodista.
En su novela, Maupassant nos hablaba del rápido ascenso de su personaje en la París de fines del Siglo XIX, y esto le servía de puente para retratar a la alta alcurnia societaria de la época, de una manera descarnada, ácida, y sin miramientos; algo común en los autores de entonces. Pero acá, ni los productores, ni los nóveles directores Nick Ormerod y Declan Donnellan, ni tampoco su guionista Rachel Benette tienen el mismo ambicioso propósito; como se esperaba, Bel Ami es un vehículo para que su protagonista siga haciendo lo que mejor sabe hacer, seducir.
Hay una tendencia en el cine inglés de los últimos tiempos de adaptar grandes obras de la literatura y/u obras de teatro y convertirlas en meros muestrarios de escándalos de alcoba, exhibir hombres y mujeres guapos en trajes antiguos y con muchas ganas de sacárselos; sucedió con la última El retrato de Dorian Grey (por nombrar una de tantas) y vuelve a suceder en esta oportunidad. Todas las críticas sociales, las más que interesantes anotaciones al mundo del periodismo, y la sútil picardía del relato de Maupassant acá se encuentran más que diluidas; algo de eso queda, pero funciona como mascarada.
Entonces, dadas las circunstancias, vamos a hablar de Pattinson que parece que es lo que importa. El muchacho sabe lo que hace, tiene que componer a un seductor sin escrúpulos, un hombre que utiliza a las mujeres con un propósito, y eso lo hace bien; el asunto es cuando se le pide que vaya un poco más allá (como podrán apreciar en la reseña de Cosmópolis). Digamos que para disimular ciertas posibiliades de dificultad, el hombre fue rodeado de un cast de mujeres más que interesantes (actoral y físicamente), Uma Thurman, Christina Ricci y Kristin Scott Thomas están sobresalientes en sus roles, y muy por encima de lo que el film tiene para ofrecer; casi vale la pena verlo por ellas.
Ormerod y Donnellan son más reconocidos en el mundo del teatro y especialmente el musical; y eso se nota en este, su debut detrás de cámaras cinematográficas. Técnicamente Bel Ami es correcta, se nota un buen uso de una producción alta; aunque en el armado algo suene artificioso, ampuloso; claro, teatral. Similar sucede con los diálogos, con varios párrafos con una cadencia más propia de un musical recitado.
La obra de Maupassant ya había sido adaptada previamente, en 1947 por Albert Lewin en unas versión mucho más fiel y conceptual. Lo que se nos ofrece ahora no es más que a un vampiro, si bien no literalmente (aunque a propósito en varias escenas les mira el cuello a sus féminas), un hombre que usa su belleza para engatusar, seducir, y controlar a su casual pareja, todo con el fin de exprimirlas y sacarles el provecho que necesita. Al final, Edward Cullen era más romántico.