Tener o no tener
Ambición, traición, poder, sexo y seducción son los tópicos que se manejan en Bel Ami, historia de un seductor (Bel Ami, 2012). La rigurosidad en el cuidado y en el despliegue visual ciertamente ayudan a un film que, si bien atrapante, también cae en ciertos arquetipos de las representaciones de época que ralentan el drama.
El film de Declan Donnellan y Nick Ormerod cuenta la historia de Georges Duroy (Robert Pattinson), un atractivo joven que al llegar de Argelia a París se encuentra en una situación de pobreza y abandono. Un ex compañero de guerra que encuentra casualmente, le consigue un trabajo como periodista en un importante diario parisino. El dinero y el contacto con las clases altas, especialmente con las mujeres, despiertan en Georges la ambición y el deseo de poder. Qué se debe tener y qué se debe perder para triunfar en esa sociedad es lo que debe descubrir.
Bel Ami, historia de un seductor retrata una época y un lugar, Paris en 1890: la opulencia de las clases altas, las hipocresías, los intereses, los secretos. Entre falsas sonrisas, escotes más que sugerentes, máquinas de escribir y hombres que fuman habano se teje el destino de un país. Georges de a poco se va tiñendo de la más despiadada ambición cuando comienza a entrever los artilugios de estas personas pero también sus posibilidades de ascenso. Gran parte de este cambio está retratado en el film a través del sexo como elemento de manipulación. Si bien, algunas escenas por momentos se tornan repetitivas y hasta sobrantes en este sentido.
Los escenarios son impecables en su fidelidad a la época en que transcurre la película. Quizás gran parte de la bondad del film se deba a este logro estético, que funciona significando la historia. La ambición, el poder y la traición son marcas de los personajes del film, pero si el vestuario que visten cada uno de ellos o los espacios que recorre el protagonista no desprendieran ese aroma a riqueza y seducción el relato no se podría contar de la misma manera. Es ese particular y estético mundo el que funciona como signo de lo que no se tiene, pero que obviamente, se puede conseguir.
Parecerían sobrar en el film algunos clichés de película de época, tal vez en la forma de retratar los vínculos y costumbres de aquellos años. También el papel protagónico quizás le sienta un tanto grande a Robert Pattinson y los papeles secundarios resulten pequeños para las tres actrices de trayectoria que lo secundan (Uma Thurman, Kristin Scott Thomas, Christina Ricci). El film, más allá de esto, se destaca por la temática abordada y por el clima vertiginoso que adquiere el relato.