Historia de un seductor que no seduce tanto.
La mayoría de las veces, la ambición como motor propulsor de la vida nos lleva a perdernos en un mundo de relaciones que aparentan ser verdaderas, donde los principios morales se desvanecen a favor del logro de objetivos personales.
Es justamente el afán por el reconocimiento lo que motiva las acciones de Georges Duroy (Robert Pattinson), un joven de gran atractivo físico y encanto natural, que llega a París a probar suerte luego de pasar dos años en Argelia en cumplimiento de oficio con el ejército.
No tarda en darse cuenta que con su agraciado aspecto puede escalar alto en los estatus sociales y, de esta manera, comienza una carrera a la cima utilizando como peldaños su arma más poderosa: la seducción.
La historia transcurre en París a fines del siglo XIX y cuenta cómo este juego de continua incitación sexual le permite a Georges, a pesar de su poco talento, adentrarse en el mundo del periodismo y ascender cada vez más en este negocio, donde las mujeres inteligentes debían valerse de esposos (o contactos) poderosos para hacerse ver. Entre estas damas se destaca Madeleine Forestier (Uma Thurman), la sofisticada esposa del editor político de un renombrado periódico, quien será de esencial ayuda en los primeros pasos del protagonista.
Bel Ami, como lo llaman sus amantes, se enreda con más mujeres de la alta sociedad, como Clotilde de Marelle (Christina Ricci) y Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas) pero jamás deja su ambición atrás.
La película, basada en la novela homónima de 1885 escrita por Guy de Maupassant, sabe reproducir muy bien el escenario parisino de la época. La vestimenta y los detalles en general hacen un aporte armónico muy grande, otorgándole más credibilidad.
Sin embargo, si hablamos de actuaciones, las elecciones de Declan Donnellan y de Nick Ormerod (directores del film) no fueron las más acertadas.
A pesar de que se nota el esfuerzo de Pattinson por despegarse del papel que le dio mayores satisfacciones (Edward Cullen, en La Saga Crepúsculo) y ser reconocido como un actor “más serio”, el personaje de Bel Ami es un saco que le queda grande. No por eso deja de ser correcto en lo que hace, aunque un poco exagerado. Lejos está ese Georges Duroy encarnado por George Sanders en The Private Affairs of Bel Ami de Albert Lewin (1947), la cual recomiendo por cierto.
Una Christina Ricci desaprovechada y una Uma Thurman dejada en segundo plano, pero que sobresale satisfactoriamente en algunos momentos aislados.
En fin, Bel Ami merece ser levemente recomendada por su historia en sí, pero lamentablemente lejos está de ser la mejor versión que hemos visto. Nada memorable.