Un juego, y la peor de las consecuencias. ¿Qué puede ser más desesperante para un padre que perder a sus hijos y no encontrarlos por ningún lado? Esto es lo que le pasa a Sebastián (Ricardo Darín) en los primeros minutos de Séptimo y, es tal la tensión, que es fácil ponerse en su lugar y sentir su padecimiento. La película narra la historia de Sebastián, un reconocido abogado de la ciudad de Buenos Aires, recientemente separado y padre de dos hijos. Como todos los días, se dirige al edificio donde vivía con su familia, en busca de los pequeños para llevarlos a la escuela. Su ex mujer, Delia (Belén Rueda), le pide que por favor no hagan “el jueguito de la escalera” ya que teme que sus hijos se lastimen. Pero Sebastián no puede decirle que no a nada a sus hijos, que quieren divertirse. Lo niños bajan por las escaleras desde el séptimo piso, mientras él lo hace por el ascensor y el que llega primero a plata baja, gana. Un inocente juego con consecuencias inesperadas ya que, al llegar abajo, Sebastián se da cuenta de que sus hijos no bajaron, desaparecieron, no hay rastro de ellos. A partir de aquí, comienza una búsqueda exasperante de ambos padres, que realmente tensiona al público. Como si se tratara de una novela de Agatha Christie, todos y cada uno de los personajes que van apareciendo, parecen ser sospechosos. Patxi Amezcua (25 Kilates), guionista (junto a Alejo Flah) y director del film, logra de este thriller el ritmo y el suspenso adecuados. El hecho de no saber qué va a ocurrir, quién es el culpable de la desaparición de los chicos, cuál va a ser la próxima reacción del padre; son interrogantes que aparecen desde el primer momento generando interés en el público debido a un concepto sencillo desarrollado con las mejores herramientas narrativas. Es sorprendente la facilidad con que Darín va transformando sus gestos, pasando de una ligera preocupación a una severa desesperación a medida que transcurren los minutos. Sin duda, es el punto clave de la película, lo que hace la diferencia. El resto del elenco denota una elección direccionada en la idea de desarrollar aún más ese suspenso que genera la trama. Luis Ziembrowski (como el portero del edificio), Osvaldo Santoro (comisario y vecino), Guillermo Arengo (abogado y amigo de Sebastián) y Jorge D'Elía (dueño del estudio jurídico donde se desempeña el protagonista). Todos versátiles actores capaces de transmitir con facilidad lo que busca el director. Séptimo resultó lo que esperaba: un interesante thriller, con tensión, intriga, sorpresa y algo de emoción. Un final para algunos esperado y para otros sorprendente, ya que es cuestión de prestar atención a los indicios que la película nos va dejando a lo largo de sus 85 minutos. Amezcua nos atrapa con un simple juego de niños para luego proponernos otro. Es que es inevitable ponerse en el papel de detective y “jugar” a encontrar al verdadero culpable. @mf12887
¡Que vivan las diferencias! El Partido de General Villegas se encuentra ubicado en el Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, a 465 kilómetros de la Capital Federal. Con una superficie de 7.232,80 km2, constituye el cuarto distrito en extensión de la Provincia. Es en esta ciudad donde el joven director y guionista Gonzalo Tobal decide desarrollar la trama de su primer largometraje. La película narra la historia de dos primos que, luego de un tiempo sin verse, deben emprender un viaje a su pueblo natal (Villegas) tras recibir la noticia del fallecimiento de su abuelo. Así comienza un recorrido en cuatro ruedas por las rutas argentinas y sus hermosos paisajes. Esteban (Esteban Lamothe), al mando del volante, y Pipa (Esteban Bigliardi) como copiloto, parecen dos desconocidos en un primer momento y, a medida que avanzan en su camino, se hacen más marcadas las diferencias entre ambos. Esteban es una persona bastante estructurada, a punto de casarse, con un buen empleo, muy juicioso a la hora de tomar decisiones y poco demostrativo. Su primo, en cambio, es un loco divertido, músico y bohemio, a quien le gusta vivir el momento despreocupándose de todo lo que ocurre a su alrededor. Tras unos cuantos inconvenientes ocasionados principalmente por Pipa, llegan a General Villegas para asistir al entierro del difunto y arreglar algunas cuestiones del negocio familiar. En esta segunda parte, Tobal se encarga de transmitir al espectador toda la belleza del campo mediante imponentes planos y movimientos de cámara. Hasta nos regala una vista de 360º para que podamos apreciar los colores intensos de la naturaleza del lugar. Si de actuaciones hablamos, ambos Esteban interpretan sus respectivos papeles correctamente. Lamothe es un joven actor en crecimiento que sabe muy bien lo que hace. Logra un personaje misterioso y un tanto obsesivo sin problema alguno. Bigliardi encanta con un papel tan gracioso como el de Pipa; con gestos pícaros y espontáneos y con una forma de hablar pausada pero amigable, logra que el espectador ría en más de una ocasión. Importante me parece destacar la labor de Nacho Rodríguez, quien fue el encargado de la composición de todos los temas del film. Cada una de las canciones describe a la perfección una situación en particular. Un punto en contra para Villegas es la abundancia de tiempos muertos en muchas de las escenas, lo cual hace que se pierda la esencia de lo que se está contando y hasta, por momentos, la vuelve un tanto pesada. Claro aunque sencillo es el mensaje que Tobal nos quiere dejar con su ópera prima. Dos primos que, a medida que transcurre la película, van reencontrándose y aceptándose uno al otro a pesar de sus diferencias. Dos personas con las mismas raíces, que por distintas razones tomaron rumbos diferentes, ahora se debaten entre lo que son y lo que fueron. El poder de los recuerdos y el pasado por sobre las acciones y actitudes presentes.
Ruben Fleischer, director de Zombieland, nos sorprende con una propuesta diferente. Se trata de una película de gángsters ambientada en Los Ángeles de los años '50 a la que, como es de esperar, no le faltan los disparos, los ajustes de cuentas, las persecuciones en auto, los clubes nocturnos, las esbeltas mujeres en busca de fama, la droga y la prostitución. Sólo basta con la primera escena (no apta para aquellos que se impresionan fácilmente) para darse cuenta de que lo que va a venir será muy bueno. Sean Penn interpreta extraordinariamente a Mickey Cohen, ex boxeador y capo de la mafia, uno de los hitos del crimen organizado en los EE.UU de mediados del siglo XX. Cohen es un mafioso rudo, despiadado, arrogante y sin respeto por la vida humana, que está al mando de todo el negocio ilegal de armas, drogas y prostitución. Su ambición por el dinero y el poder (varias veces su personaje me remitió al inolvidable Tony Montana) lo llevan a cometer toda clase de atroces asesinatos. Prácticamente es dueño y señor de toda la costa oeste gracias a que cuenta con la protección de jueces y políticos importantes. Con una ciudad cada vez más insegura, y en medio de un sistema policial completamente corrupto, aparece alguien dispuesto a acabar con el imperio de Cohen: el sargento O'Mara (Josh Brolin). Él, junto con el oficial Wooters (Ryan Gosling), un genio en logística, un viejo vaquero y su ayudante harán lo imposible para restablecer la paz en su ciudad natal, incluso romperán algunas reglas, de ser necesario. Paralelamente, el personaje de Gosling comete un error muy grave: enamorarse de la novia del malo de la película. La actriz que encarna el papel de dicha mujer es la bella Emma Stone, siempre sexy. En cuanto al montaje de la escenografía y el vestuario, reflejan a la perfección la época en la que transcurre el film. Todo esto acompañado de una banda sonora precisa y con personalidad propia (a cargo de Steve Jablonsky). Todos y cada uno de los actores que conforman el elenco de Fuerza Antigángster (Gangster Squad, 2013) son de primera línea, por lo cual no hay nada que decir respecto a sus performances. Pero la caracterización de Sean Penn es simplemente imperdible. Una nariz moldeada, típica de boxeador; rasgos bien marcados; gestos de matón y una forma de hablar cantada, no tienen desperdicio alguno. Podría aseverar que este Mickey Cohen no pasará desapercibido. Sencillamente, un gran film que conjuga la acción y un poco de humor en la dosis justa y hace saltar al espectador de la butaca en varias oportunidades; y con un final digno de este tipo de películas. El cine negro agradecido. @mf12887
¿Son nuestros ojos siempre fieles a la realidad o muchas veces vemos lo que queremos ver? Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) es un abogado retirado, especialista en derecho penal y profesor en la Universidad de Derecho. Se encuentra dictando un seminario cuando la policía halla el cuerpo de una joven asesinada en el estacionamiento de la facultad, prácticamente frente a su aula. A partir de este momento, Roberto comienza a sospechar de Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann), el alumno más brillante de su clase, quien además es hijo de un antiguo amigo. El joven es poseedor de una admirable inteligencia, pero también de una actitud arrogante y sobradora. Ambos parecen estar en continua competencia, como queriendo demostrar quién es mejor. Decidido a probar la culpabilidad del muchacho y, especialmente, a imponerse sobre él en esa especie de duelo, Bermúdez inicia una búsqueda obsesiva de pruebas en contra de su alumno. Todo parece indicar que Gonzalo es el hacedor del terrible crimen, pero la subjetividad que Roberto le imprime a su investigación pone en tela de juicio la credibilidad de lo que podría ser el crimen perfecto. Este thriller policial es la segunda película del director Hernán Goldfrid (la primera fue Música en Espera) y se trata de una adaptación de la novela de Diego Paszkowski, que lleva el mismo nombre. La película sorprende por la excelente fotografía, la adecuada musicalización y los jugados movimientos de cámara que dan la sensación de vivir todas y cada una de las experiencias de los protagonistas. Técnicamente impecable. Del elenco también forman parte Arturo Puig, que interpreta al juez a cargo del caso; y Calu Rivero en la piel de Laura Di Natale, la hermana de la víctima. Con respecto a las actuaciones, Ricardo Darín ya es un consagrado en la materia y no nos defrauda en ese sentido. Una vez más, compramos su personaje y le creemos. En Tesis… lo vemos interpretando a un abogado cincuentón, separado, con problemas para mantener una relación amorosa estable y dejando que su obstinación lo lleve al punto de poder perderlo todo. Calu Rivero hace su debút en la pantalla grande y, aunque su performance es correcta, no logra que su personaje transmita todo lo pasional que parece ser. Es a Arturo Puig a quien destaco en esta oportunidad ya que, a pesar de que su papel no tiene muchas escenas, basta con unos pocos minutos en pantalla para darse cuenta de la fuerza y convicción con la que lo interpreta. Si hablamos de la historia en sí, el film cuenta con todas las herramientas (y las utiliza muy bien) para lograr el clímax perfecto propio de este tipo de género. Mantiene el suspenso necesario hasta su punto máximo, pero peca en su capacidad de resolución, tal vez por una cuestión de guión. Encontrándose uno en la cima del suspenso, de las dudas y de la interrogación, de repente es demasiado brusca la caída. De todas formas, lejos está de opacar el resto de la película. Tesis… es de esas citas obligadas a las que no podemos llegar tarde. Y me atrevo a utilizar una frase que es premisa de la tesis del personaje de Darín a la hora de investigar un crimen (y que se repite varias veces a lo largo del film) para aplicarla a la película en general: “Lo interesante está en los detalles”
Tres historias unidas por un mismo eje conductor: Un curandero oscuro. En esta oportunidad, un nuevo largometraje argentino independiente se suma al ya conocido circuito alternativo de distribución y proyección de cine, en donde los espectadores no solo podemos disfrutar de los estrenos en las salas comerciales, sino también en otros espacios como centros culturales. Se trata del film Malditos Sean! Una película de terror sobrenatural y psicológico, escrita y dirigida por Demián Rugna y Fabián Forte que se divide en tres capítulos. En cada uno de ellos se narra una historia diferente distante en el tiempo entre sí, pero con un hilo conductor: Ulises, un curandero oscuro y siniestro. Este viaje de terror y mucha imaginación hace su presentación con la detención de Ulises, en 1979. Tres policías entran a la fuerza en una tenebrosa casa donde encuentran a una anciana muy misteriosa y a unos escalofriantes enanitos de jardín con malas intenciones. Es ahí donde logran apresar a este curandero maligno. Luego de este prólogo (que se va a unir con el último de los capítulos) suceden los tres actos. En la primer parte, Alimenta la caja (1999), un asesino a sueldo siente culpa por un hecho que lo marcó en el pasado: acabar con la vida de un niño que presenció algo que no debía. Para poder terminar con su tormento, debe alimentar una caja de madera hambrienta de sangre y sedienta de almas. Destripamientos y sangre…mucho gore. Particularmente fue una de mis historias preferidas en cuanto a actuaciones, suspenso y desenlace; aunque comparado a lo que viene después, en cuando a efectos e imaginación, se queda un poco atrás. La segunda historia es Cafeomancia y ocurre en 1989. Aquí un grupo de cuatro adivinas que leen borras de café conocerá su futuro de la peor manera. Uno de los clientes trae consigo la mala suerte y, por esto, sucederán cosas terribles. Un demonio muy bien logrado es el protagonista de los más crueles asesinatos. En esta oportunidad, quedé fascinada por el ambiente de terror que se respira en cada una de las escenas, eso increíblemente bien mezclado con un humor negro que hace alivianar un poco tanta tensión. Realmente increíble en cuanto efectos especiales, nada que envidiarle a las súper producciones. Alguna que otra actuación no estuvo a la altura de las circunstancias, pero por un momento pensé que esto podría llegar a ser adrede. Un desenlace raro pero divertido. La tercera y última historia (El Curandero) se remite a 1979. Con Ulises en la cárcel, empiezan a ocurrir cosas muy extrañas allí. Mientras tanto, uno de los oficiales ha desaparecido durante la redada a la casa del curandero, por lo que nuevamente los policías acuden a ese lugar para buscarlo. Es en este segmento donde cobran vida los enanitos de jardín, personajes diabólicos sedientos de oro y muerte. Personalmente creo que fue muy bien reflejado un miedo oculto de muchos; me atrevo a aseverar que todos en algún momento de nuestras vidas sentimos “algo extraño” ante la presencia de estas pequeñas estatuas de jardín. Además hace su aparición un monstruo espantoso y aterrador, pero no tan bien logrado como el demonio de “Cafeomancia”. En particular, no me gustó mucho una de las escenas finales referidas a los enanos (que no voy a revelar) y le hubiera quitado un par de minutos al desenlace. Pero es en esta última parte donde el espectador puede atar todos los cabos sueltos, donde se recurre a imágenes del pasado para darle un cierre a la historia en general, y donde así todo tiene sentido. Como mencioné antes, Malditos Sean! se trata de una producción argentina independiente. Repito esto porque realmente es todo un mérito llegar a los cines comerciales con un género con el que el público no está muy familiarizado. Pero esto es posible gracias a las manos de Rugna y Forte que demuestran que con ganas, esfuerzo e imaginación se puede lograr un excelente resultado final, a pesar de contar con un bajo presupuesto. No hay mucho más que decirles a los amantes del gore (léase: sangre, violencia, vísceras, disparos y cuchillos), del humor negro y del cine fantástico, como yo. En la película encontramos todos los personajes e ingredientes típicos del cine de terror, dispuestos de una manera estratégica que logra una narración coherente y bien pura (aunque es cierto que hay que estar bien atentos a cada detalle para no confundirse). Para los que no, para aquellos que tal vez son un poco prejuiciosos tratándose de un producto independiente y más, de terror, sólo voy a decirles que vale la pena adentrarse en este raro pero mágico mundo de la mano de esta película. Sin dudas, es empezar con el pie derecho. @mf12887
La donación de órganos es el tema central de este drama de Tomás Sánchez. Leo (Mariano Torre) y María (Elena Roger) están a punto de ser padres, pero este importante acontecimiento se ve opacado por el agravamiento de la salud del padre de él (Carlos Moreno) quien necesita urgentemente ser trasplantado del corazón. Es cuando Leo comienza la búsqueda desesperada del órgano que le salvará la vida a su padre, al mismo tiempo que intenta hacerse cargo de la empresa familiar: una financiera. Tal es el deseo de que su padre sobreviva que, sin quererlo, descuida a su mujer y al hijo que está por nacer, sumido en una histeria y una sobreprotección exagerada que saca de quicio. Distinto proceder tiene su hermano Claudio (Fabián Gianola), médico obstetra, quien decide ayudar a su papá desde lo emocional y sentimental, animándolo a pasar sus últimos días de la mejor manera. Paralelamente, la idea de refinanciar unas plantaciones pertenecientes a personas cercanas a la familia, divide aún más las aguas entre los hermanos. Leo, frío y calculador para los negocios, sólo piensa en las posibles pérdidas que esto ocasionaría, mientras que Claudio prioriza los vínculos. Difícil tema y, sin duda muy conmovedor, es el que eligió Sánchez para su película. Sin embargo logra desdramatizarlo un poco con pequeñas cuotas de humor, sobre todo, con la ironía pacífica de Gianola, que logra un gran papel. Lito Cruz, Betiana Blum, Beatriz Spelzini sencillamente hacen lo que mejor saben hacer, y aportan naturalidad al film. Roger, por su parte, interpreta correctamente a la mujer embarazada, triste y deprimida que llora todo el tiempo. Pero demasiado es el uso de su don (el canto) a lo largo de la película. A pesar del gran elenco y del tema en cuestión, “Otro corazón” no pudo lograr un buen desenlace, poco convincente, acudiendo, tal vez, a finales ya conocidos (al estilo Nueve Reinas). Pero, sin duda, el fuerte de este drama es su mensaje. Donar órganos es un acto de vida en medio de la muerte. No perder las esperanzas es muy importante pero también lo es valorar cada momento sin dejar que la obsesión ni la vorágine del día a día nos haga perder eso que se llama vida.
Historia de un seductor que no seduce tanto. La mayoría de las veces, la ambición como motor propulsor de la vida nos lleva a perdernos en un mundo de relaciones que aparentan ser verdaderas, donde los principios morales se desvanecen a favor del logro de objetivos personales. Es justamente el afán por el reconocimiento lo que motiva las acciones de Georges Duroy (Robert Pattinson), un joven de gran atractivo físico y encanto natural, que llega a París a probar suerte luego de pasar dos años en Argelia en cumplimiento de oficio con el ejército. No tarda en darse cuenta que con su agraciado aspecto puede escalar alto en los estatus sociales y, de esta manera, comienza una carrera a la cima utilizando como peldaños su arma más poderosa: la seducción. La historia transcurre en París a fines del siglo XIX y cuenta cómo este juego de continua incitación sexual le permite a Georges, a pesar de su poco talento, adentrarse en el mundo del periodismo y ascender cada vez más en este negocio, donde las mujeres inteligentes debían valerse de esposos (o contactos) poderosos para hacerse ver. Entre estas damas se destaca Madeleine Forestier (Uma Thurman), la sofisticada esposa del editor político de un renombrado periódico, quien será de esencial ayuda en los primeros pasos del protagonista. Bel Ami, como lo llaman sus amantes, se enreda con más mujeres de la alta sociedad, como Clotilde de Marelle (Christina Ricci) y Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas) pero jamás deja su ambición atrás. La película, basada en la novela homónima de 1885 escrita por Guy de Maupassant, sabe reproducir muy bien el escenario parisino de la época. La vestimenta y los detalles en general hacen un aporte armónico muy grande, otorgándole más credibilidad. Sin embargo, si hablamos de actuaciones, las elecciones de Declan Donnellan y de Nick Ormerod (directores del film) no fueron las más acertadas. A pesar de que se nota el esfuerzo de Pattinson por despegarse del papel que le dio mayores satisfacciones (Edward Cullen, en La Saga Crepúsculo) y ser reconocido como un actor “más serio”, el personaje de Bel Ami es un saco que le queda grande. No por eso deja de ser correcto en lo que hace, aunque un poco exagerado. Lejos está ese Georges Duroy encarnado por George Sanders en The Private Affairs of Bel Ami de Albert Lewin (1947), la cual recomiendo por cierto. Una Christina Ricci desaprovechada y una Uma Thurman dejada en segundo plano, pero que sobresale satisfactoriamente en algunos momentos aislados. En fin, Bel Ami merece ser levemente recomendada por su historia en sí, pero lamentablemente lejos está de ser la mejor versión que hemos visto. Nada memorable.
¿Hasta dónde serías capaz de llegar con tal de hacer realidad tus sueños? Topos nos deja pensando sobre esa constante lucha entre lo correcto y lo incorrecto a la hora de conseguir nuestras metas, si es que factiblemente podemos aseverar qué es bueno y qué es malo. Representa el lado más crudo y real de los seres humanos: el afán por ser quien queremos ser y lograr nuestros propósitos en la vida. En un mundo subterráneo habitan estos seres marginados, los topos, obligados a sobrevivir con la carga a cuesta de una superficie completamente ciega a sus necesidades. Pero hay uno de ellos (caracterizado por Lautaro Delgado) que parece estar enamorado de algo que ocurre por encima de su cabeza: la danza. Por esto, luego de pasar sus ratos observando las piernas de bailarines de un instituto de danza de elite, “el topo” decide dejar todo atrás y adentrarse en lo que va a ser el comienzo de su lucha por triunfar en lo que realmente le gusta hacer. Pero para esto, debe actuar en perjuicio de algunos otros, incluso de Amadeo (Ludovico Di Santo), un nuevo alumno del instituto a quien planea secuestrar para ocupar su lugar. Con el intercambio, empieza la transformación de nuestro protagonista, tanto física como interna. Con un comienzo un poco lento, tal vez de primer momento se tenga la sensación de estar perdido en un mundo desconocido, atemporal, con valores extraños. Pero al poco tiempo, uno empieza a sentir que es parte de esa comunidad del submundo… hasta pareciera arrastrarse con ellos en los pequeños túneles y recovecos de tierra. Esto no sería posible sin la ayuda de la música original, el vestuario, la escenografía y, sobre todo, del gran compromiso de los actores al interpretar el papel que les toca. Bastante oscura, pasa por momentos por tétrica y hasta trágica. Pero también tiene sus toques de humor… un humor que roza lo grotesco. Poco convencional estéticamente hablando. En palabras del propio director y guionista, Emiliano Romero, Topos es una alegoría de la sociedad humana. Y teniendo en cuenta las diferencias entre dos clases de comunidades (la superficie y el submundo) que luchan por sobrevivir cada una a su manera y la insistencia por el logro de objetivos personales, se entiende tal aseveración. Con un elenco de primera, sobresale la actuación protagónica de Lautaro Delgado que, con su personaje, nos invita a vivir cada paso de su metamorfosis como si fuera propio (o no…). Como de costumbre, es superlativo el trabajo de Gabriel “el puma” Goity y de Leonor Manso interpretando al director del internado de ballet y a la institutriz del mismo, respectivamente. Coherentes y desvariados al mismo tiempo, viviendo su propia realidad entre los grandes muros de la escuela. Es que, una de las características más notoria de esta película, es justamente la persistencia de los personajes en hacer lo que cada uno quiere sin importar el cómo, el dónde ni el cuándo. No puedo dejar de mencionar las excelentes actuaciones de Mauricio Dayub (Kongo, padre del topo y líder de la resistencia) y Pompeyo Audivert (el preceptor). Por último, me gustaría agregar lo importante de la forma en que se eligió exhibir la película, bajo el lema “No sólo en cines”. Siguiendo una coherencia con la trama y la estética de la misma, la distribución debía obligatoriamente ser diferente, por eso podemos disfrutarla en centros culturales además de en cines convencionales. Sin más, una agradable experiencia, distinta, que nos abre el camino a la reflexión sobre un tema que muchas veces tratamos de evitar: el valor de los medios para justificar y lograr un fin.