Otra película más sobre la vida burguesa
Aunque intenta adueñarse de algunos tópicos que han hecho de Maupassant un escritor tan atractivo, Bel Ami no logra brillar. Puede que este resultado esté dado por la saturación de películas que trabajan con la misma temática. Tan sólo del relato en cuestión ya se han hecho diez películas, y eso sin contar las que trabajan ese mismo escenario desde otra trama. De ahí que la propuesta necesitaba mostrar algún punto que forme parte de su inventiva para que el público encontrara algo llamativo. Pero esto no sucede y se cae en la repetición.
La película se centra en la consolidación de la clase burguesa, poniendo en juego un cambio de valores: el dinero pasa a ser el centro de la vida, mientras que el linaje y la virtud pasan a un segundo plano, en una nueva sociedad donde se iba expandiendo todo lo que se podía comprar. Lo que hoy vemos como algo común, en ese momento se estaba consolidando. Junto a estos comportamientos aparece la idea del matrimonio por conveniencia y no por amor.
El poder y el dinero son el gran motor del protagonista del film Georges Duroy (Robert Pattinson), quien se encarga de conquistar mujeres para ascender socialmente, adquirir dinero y, por consiguiente, honor. El es un ex soldado que vivió toda su infancia en la pobreza y ya de adulto se empeña en hacer todo lo posible para no volver a vivir en la miseria. En su llegada a París se encuentra con un viejo amigo, quien le otorgará un puesto en la redacción de un periódico y le hará conocer todo un círculo de burgueses acomodados.
No podemos hablar de una película desprolija, aunque Pattinson aparezca un poco sobreactuado. Sin embargo, no hay duda que al film le falta algún elemento innovador. Inclusive el hecho de poseer una temática tan transitada hace que no sea interesante y que hasta termine siendo aburrida. Hay de todas maneras un juego interesante de símbolos. Se complementa la narración con escenas o imágenes, que abandonan el diálogo directo para dar paso a la insinuación. Un ejemplo importante de este recurso es cómo en una de las primeras escenas el protagonista se queda observando la moneda que le brinda su amigo, marcando desde allí la que será su relación con el dinero. Lo mismo pasa con la interacción con las mujeres: la mirada juega un papel central en la narración. Bel Ami, en sus mejores momentos, deja de lado los diálogos innecesarios y redundantes, apoyándose en la construcción de escenas que permitan dar por entendido las proposiciones e intenciones de cada uno de los personajes.
Aún así, podemos decir que aunque hubo una intención de generar una nueva propuesta sobre el clásico relato, la película no logra mostrar algo que valga la pena. Seguramente este resultado es producto, también, de la mala elección del actor principal. Pero hacer recaer toda la responsabilidad del fracaso en Pattinson sería injusto: Bel Ami es un film que termina siendo largo y pesado, intrascendente, y ni una buena actuación lo hubiera salvado del olvido.