Amigo de fierro, actor de madera
Un actor de moda entre las adolescentes, un buen equipo de producción, artistas que mantienen la tradición británica del cine de época (ambientación, vestuario, fotografía, lindas locaciones), un elenco sólido, y, en especial, un título y un escritor de renombre, son los atractivos de esta película, pese a una adaptadora discutible, dos directores noveles algo anodinos, una música medio inadecuada, y el referido actor de moda entre las adolescentes.
El tal sujeto es Robert Pattinson, pobrecito, queriendo elaborar con gestos neuróticos un personaje de seductor que ya hicieron con más aplomo varios galanes menos famosos pero mejor orientados, como George Sanders, Helmut Griem, Hardy Kruger, Armando Calvo, y sobre todo el austríaco Willi Forst, que impuso su expresión varonil de sospechosa ternura cómplice en la que todavía es la mejor versión, la «Bel ami» alemana de 1939, dirigida por él mismo. ¿Pero qué tiene esa historia, para que tanta gente quiera llevarla a escena? Porque de «Bel ami» ya hay una docena larga de películas y miniseries. Por empezar, dos cosas: la universalidad del personaje y el lucimiento de señoras y señoritas en situaciones de atractiva debilidad.
Para el caso que nos ocupa, Uma Thurman, Christina Ricci, Kristin Scott Thomas, son las principales agraciadas. Ellas sucumben en brazos del protagonista, y de paso le roban la escena. En cuanto al personaje, es un trepador, que pule y desarrolla sus artes amatorias para ascender socialmente, sin importarle demasiado a quién deja en el camino o en el lecho. La acción transcurre en el Paris de fines del Siglo XIX, lo que sugiere lujos y placeres, lujuria y plata fácil, pero también podría transcurrir en cualquier otro lugar y tiempo de este mundo. Otra cosa le agrega interés: nos gusta saber cómo se las ingenia este tipo, pero también esperamos el momento en que algo le salga mal y caiga más rápido de lo que ha subido. En eso, la literatura y el cine pueden darnos satisfacciones que la vida nos niega.
La novela es muy buena. Describe la sociedad y las figuras con un sarcasmo que esta versión no supo trasladar. Pero, en fin, aun con sus limitaciones esta película puede ser una primera oportunidad para que alguna adolescente se acerque al gran Guy de Maupassant, autor de notables cuentos de terror y dramas de la vida social que inspiraron a John Ford, Jean Renoir, Max Ophuls y otros maestros. Nuestro cine lo adaptó en «La herencia», de Ricardo Alventosa, con Juan Verdaguer y Nathan Pinzón, y el amargo «Chafalonías», de don Mario Soffici, con Luis Sandrini y Malvina Pastorino. Bien podría hacer ahora una versión local del «bello amigo» parisiense. Modelos sobran.