En 1989 Kenneth Branagh debutó como director con Henry V, una película que trascendió entre las más sobresalientes adaptaciones de Shakespeare y tuvo a enorme virtud de acercar las obras del dramaturgo inglés a una nueva generación de espectadores.
En su momento fue un film muy popular que impulsó la carrera del artista como cineasta, quien luego sorprendió con otras grandes adaptaciones como Mucho ruido y pocas nueces, Como gustéis y la épica versión de Hamlet de cuatro horas que jamás podrás ser superada. Desde entonces su filmografía como realizador combinó películas independientes como el thriller Sleuth y La flauta mágica (basada en la ópera de Mozart) con proyectos hollywoodenses más comerciales que tuvieron diversos resultados.
Algunas buenas películas como Cenicienta, Thor y Asesinato en el Oriente Express, otras olvidables como el fallido reboot de Jack Ryan y más recientemente la bochornosa Artemis Fowl. Por lejos, la peor obra de su carrera que filmó en piloto automático y sin ganas para los estudios Disney. Tras ese desastre Kenneth se redimió con Belfast, un proyecto que representa su obra más personal como director al tratarse de un relato autobiográfico.
La trama está inspirada por las experiencias que vivió en su ciudad natal, durante la irrupción del conflicto norirlandés entre católicos y protestantes en 1969.
El director nos transporta en el tiempo a los orígenes de esta disputa que es narrada desde la perspectiva de un niño que intenta llevar una existencia normal en un contexto social y político complejo. A través del personaje de Buddy (el alter-ego de Brannagh) la trama describe las trágicas consecuencias que generó en las familias de Belfast el incremento de la violencia.
Algunos se vieron obligados a emprender un exilio forzado alejados de sus seres querido y otros optaron por quedarse y convivir con una realidad muy dura que en la décadas siguientes generaría la muerte de 3524 civiles. Branagh toma el género del coming-age para desarrollar una historia donde el contexto político se equilibra con la mirada inocente del protagonista.
El film lejos de ser un drama depresivo encuentra su lugar para incluir también situaciones humorísticas y guiños a la cultura popular de aquellos años. Una rareza de Belfast es que el clásico colaborador de Branagh en la música, Patrick Doyle, esta vez no fue parte del proyecto y esa tarea quedó a cargo del cantante Van Morrison, quien también es un famoso nativo de esa ciudad.
La película incluye varios clásicos de su repertorio y un nuevo tema que compuso especialmente para el film, Down to Joy, que obtuvo una nominación al Oscar. Dentro del reparto hay un muy buen ensamble de artistas veteranos como Judi Dench y Ciarán Hinds (Munich) y figuras que en los últimos años trascendieron en la televisión, como Jamie Dornan (The Fall) Caítriona Balfe (Outlander) y Colin Morgan, el recordado protagonista de la serie Merlín.
El rol principal quedó a cargo de Jude Hill, un gran hallazgo de Branagh que sorprende con su carisma y empatía que trasmite con el personaje. En resumen, un gran retorno inspirado del director con un film que no se puede ignorar si disfrutaste sus obras previas.